Está bueno que nos pase para ver si levantamos cabeza

Está bueno que nos pase para ver si levantamos cabeza

Los resquemores que en esta entrega señalamos, de ningún modo van dirigidos al pueblo haitiano que vive infaustos momentos de precariedad luego de haber sufrido el terremoto de 2010 y el huracán Matthew a principios del mes que discurre, el cual se ha constituido en la gota que reboza el vaso.
Tal y como ocurrió en el terremoto de enero de 2010, el primer país que acudió en auxilio del pueblo haitiano, lo fue su vecino, la República Dominicana. Asimismo, en esta aciaga ocasión del paso del huracán Matthew, el primero en auxiliar en gran escala a la parte afectada en el sureste del país, fue Dominicana, o la “dominicany” como se nos conoce allá.
El Gobierno dominicano, en una ayuda declarada humanitaria por el presidente Danilo Medina, acudió con más de 500 vehículos cargados de alimentos, madera, cinc, frazadas, catres, colchones y sábanas, para que los impactados se resguardaran de la intemperie. De igual manera, equipos pesados para reparar las maltrechas vías de comunicación y puentes que impedían llegar por tierra los auxilios. Por experiencia anterior, se destinaron militares para resguardar los convoyes de la agresión directa de un pueblo hambriento que no podía esperar la distribución ordenada de la contribución. Por eso, el ministro de las Fuerzas Armadas destinó una brigada de militares para proteger, tanto las mercancías como los vehículos que acarreaban la ayuda.
Senadores haitianos, legisladores con mentalidad febril y agiotistas, verdaderas auras carroñeras, al ver que con esta distribución directa al pueblo no podrían sacar beneficio alguno, ya que pretendían ser ellos los distribuidores, “henchidos de patriotismo” solicitaron a la presidencia de su país la repatriación de los soldados dominicanos que según el parecer de ellos, constituían una fuerza invasora en territorio de la República de Haití. El alto mando militar dominicano ordenó a los soldados a regresar al país, dejando sin protección los vehículos, la mayoría de ellos de propiedad del sector privado, que no lo hubiesen arriesgado sino comprobaban protección militar de los mismos.
Ante este desaire de estas hienas enclavadas en el Senado haitiano, lo que debió hacer el presidente Medina fue ordenar que tanto los militares como los equipos y vehículos retornasen a suelo dominicano.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que se necesitan alrededor de 170 millones para paliar el desastre causado por el huracán; sin embargo, los países solo han contribuido con quince millones y nuestro país –pobre, no tanto como Haití– está contribuyendo al llamado de la ONU y los ingratos legisladores, que solo se ocupan de explotar inmisericordemente a su pueblo, se oponen a que militares dominicanos protejan a los auxiliadores, pero no protestan por la presencia de militares de los Estados Unidos de América, Ecuador, Venezuela, Chile y hasta de Nepal, responsables de introducir el cólera en Haití el cual fue contagiado gratuitamente en territorio dominicano.
Nuestro país, en represalia por la prohibición de venta de treinta productos dominicanos en Haití, pudo utilizar ese argumento para quedarse de brazos cruzados; a pesar de la ingratitud mostrada por las autoridades haitianas. La política de buena vecindad debe ser siempre aplicada sin importar las circunstancias, ya que nadie sabe cuándo va a necesitar al vecino. En los inicios de nuestra Independencia fuimos ocupados militarmente por Haití por espacio de veintidós largos años. Esa acción militar no fue sacada a colación sino en el año 1937, cuando el dictador Trujillo, ordenó la operación conocida como El Corte, el cual pretendía repatriar a su país de origen a los haitianos, que en la actualidad sigilosamente invaden nuestro territorio, estimándose en más de un millón los ilegales indocumentados, que se pasean por nuestros campos, como Pedro por su casa.
Creemos, que con la política exterior que desarrolla Haití denostando nuestro país, el cual ni siquiera agradece el Plan de Regularización de sus nacionales en nuestro territorio, éste, pagado con los impuestos de los contribuyentes dominicanos, deberíamos decirle al vecino recalcitrante tal y como expresó Viriato Fiallo: Basta Ya.

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