Acueductos

Acueductos

Los acueductos, en el sentido amplio de la palabra, se entienden como sistemas de tuberías, zanjas, canales, túneles y obras conexas construidas para conducir agua. Existen desde hace miles de años y fueron usados por los persas, asirios, egipcios, romanos, aztecas, incas y muchas otras etnias. Modernamente, los acueductos han alcanzado tamaños extraordinarios.

Dos razones subyacen: la gran concentración de personas en núcleos urbanos y la desigualdad de distribución de las precipitaciones. Así, por ejemplo, en los Estados Unidos de América se ha tenido que conducir agua del norte, incluyendo Canadá, a las áreas del sur, algunas de las cuales son más secas y/o más pobladas. Obras verdaderamente espectaculares.

Entre nosotros, los acueductos se entienden exclusivamente como obras para abastecimiento de agua a la ciudadanía Constan generalmente de: toma, potabilizadora, tanques de almacenamiento, conducción principal y red de distribución, que a veces también tiene almacenamiento. La experiencia dominicana concentra los problemas que suelen ocurrir en la toma, la potabilizadora y la red de distribución. Las conducciones principales generalmente se mantienen de forma aceptable puesto que un problema en ellas es detectable rápidamente, en consecuencia, se atienden con diligencia.

Un buen número de tomas de agua, para acueductos y canales de riego, han sido ubicadas en tramos inadecuados de los ríos por desconocimiento de la geomorfología fluvial y sedimentología. De esta manera se derivan muchos sedimentos que causan daños a las bombas o simplemente sedimentación de las conducciones, abiertas o cerradas.

Las potabilizadoras fundamentalmente quitan el sedimento o turbidez del agua y matan los microbios que acceden a las aguas de los ríos. Los acueductos que se nutren de agua subterránea, normalmente se remedian con cloración. Las dificultades de las potabilizadoras, también conocidas como plantas de tratamiento, generalmente son de tipo económico y falta de mantenimiento, mal endémico nuestro. Se acaba el cloro, el sulfato de aluminio no llega a tiempo, los dosificadores se destruyen, etc.  Las redes de distribución del agua potable son, sin lugar a dudas, el mal más difícil de resolver en nuestros acueductos. La enorme mayoría de ellas muestran considerables escapes que surgen por: ineficiencia y defectos de construcción, materiales de mala o dudosa calidad, envejecimiento, fallos de la energía eléctrica, sedimentación, acumulación de basuras y roturas causadas por los usuarios.

La conjunción de los factores anteriores hace que ninguno de nuestros acueductos funcione bien. Regularmente alguno de esos factores interviene para dar al traste con la operación del sistema, el más notorio: fallo de la energía eléctrica.

Las secuelas de los apagones que afectan los acueductos son mortales. Las bombas que impulsan el agua paran súbitamente ocasionando sobrepresiones en las tuberías, luego la presión en la red cae y donde es posible, las tuberías drenan por gravedad hacia las áreas más bajas de la misma o a las cisternas. De esta manera, las redes quedan con tramos vacíos que se llenan con el aire proveniente de las mismas cisternas y/o roturas. Grandes zonas y puntos estratégicos quedan con bolsas de aire, diseminados en la red, según su topografía. Cuando retoma la energía eléctrica, las aguas impulsadas dentro de las tuberías se van distribuyendo por ellas con velocidad, encontrándose con las que habían quedado a medio tubo, la empujan, así como mueven el aire. El aire, sin embargo, tiene la tozudez de acumularse formando bolsas y como tiene la facultad de comprimirse extraordinariamente, alcanza presiones que pueden romper las tuberías o formar un tapón que impide que el caudal fluya total o parcialmente.

Si la ciudad es como Santo Domingo, escalonada por farallones, las tuberías con aire que bajan por ellos o por fuertes pendientes, se comportan como canales de flujo abierto, terminan por secarse y crean una succión que incorpora a la red inmundicias, por tanto, no hay suministro.

Finalmente, debe señalarse que en casos como este, es imposible determinar el consumo per cápita y el suministro a diversas partes o barrios de las ciudades. Por tanto, no se puede estimar con precisión el agua que se pierde o que se usa. Así las cosas, han proliferado los acueductos privados a partir de pozos profundos, la mayoría de los cuales están cerca de los filtrantes de los sépticos. ¡Un problema anunciado!

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