La Iglesia Católica tiene desde ayer un nuevo pastor, que habrá de suceder en el pontificado al fallecido Juan Pablo II, un hombre que, sin duda, ha marcado un punto de referencia en cuanto a apertura, conciliación y ejercicio pastoral intenso.
Joseph Ratzinger, cardenal de origen alemán, encarna en virtud de la elección del Colegio Cardenalicio un gran compromiso no solo para continuar la obra que dejara inconclusa Karol Wojtila, sino también para poner en marcha nuevas iniciativas de afianzamiento de la fe cristiana y de defensa de los derechos de los menos afortunados.
Con el nombre de Benedicto XVI el cardenal Ratzinger, que desde 1981 era precisamente el guardián de la doctrina católica en su condición de prefecto, tiene en sus manos una cuota importante del destino de la Iglesia, en momentos en que son cada vez mayores los desafíos que impone la modernidad.
Conocido por su posición conservadora y por haber combatido abiertamente la Teología de la Liberación enarbolada por líderes católicos de varios países del mundo, el nuevo papa tiene ante sí un mundo que requiere una sólida atención pastoral.
Habrá de enfrentarse, con su estilo y visión de lo que es la doctrina católica, a sucesos que en gran medida han preocupado y preocupan a la humanidad, como son las guerras y ocupaciones unilaterales de territorios, el terrorismo, el avance de las drogas y el crimen, el aborto, el armamentismo creciente, el contraste entre el hambre de muchos pueblos y la ostentación y el derroche de unos pocos, y así por el estilo.
II
El punto de referencia obligado, sobre todo para los pueblos del Tercer Mundo, es un Karol Wojtila que los tomó en cuenta, que les brindó su presencia y atención y que mantuvo con ellos una relación muy estrecha de hermandad.
Pero también lo es para aquellos pueblos que profesando doctrinas a veces contrarias al catolicismo, reconocieron en este hombre un espíritu de humildad y conciliación, y que avanzó mucho en la tarea de atenuar las contradicciones y asperezas características de las doctrinas disímiles.
Parece que la Iglesia Católica obtuvo con Juan Pablo II logros importantes que es necesario preservar y apuntalar, y sin duda esa realidad habrá de formar parte de los retos a que deberá enfrentarse el nuevo papa, Benedicto XVI, un sacerdote de firmes convicciones y con una visión muy clara de los linderos de la doctrina católica.
El cardenal que ha resultado electo papa tiene bien ganado prestigio como experto en Teología, materia en la que ha sentado cátedra y que, era de esperarse, ha encontrado voces contestatarias, como aquellas que fueron precursoras de la Teología de la Liberación.
En el mundo católico, y por supuesto, también entre los líderes de otras denominaciones religiosas, se abre ahora un período de transición que permitirá identificar eventuales cambios en la actitud general de una Iglesia Católica en la que ha cesado el ejercicio pastoral de un hombre que promovió la mayor apertura de su historia.
La humanidad espera de Su Santidad Benedicto XVI un ejercicio que la afiance en la fe. Espera contar con un defensor incansable de sus derechos materiales y morales.