César Sánchez

César Sánchez

El calvario de César Sánchez está llegando a su fin. Su antecesor y sucesor en la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE) y su sucedánea de las tres E, ha sido su Cirineo. Empujado por la ignominia ante las barras de los tribunales, ha esperado paciente el esclarecimiento de la pugnaz infamia. Segura dijo que aquellos recursos transferidos desde el gobierno central para desarrollar la autopista eléctrica, fueron devueltos al Tesoro Nacional. Sánchez, por consiguiente no los manoseó.

La acusación, conforme lo que ha podido leerse en la prensa dominicana a lo largo del calvario de Sánchez, era insostenible. De ahí que hayamos utilizado los vocablos ignominia e infamia. Ignominia porque se buscó enlodar su nombre pura y simplemente. Infamia en razón de la vileza y la maldad encerradas en el acto de llevarlo ante los jueces. ¿Por qué se le acusó entonces? Porque el nuestro es país de temeridades y venganzas. Con tales características –expresiones netas de nuestro egocentrismo-, nos hemos desempeñado siempre.

César Sánchez estuvo acompañado en su administración de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), de gente de probada integridad. ¿Cómo actuar de cónsuno con un industrial como don Rafael Perelló, para birlar recursos al Estado? ¡Inconcebible! Y Perelló no era el único. Junto a él, en ese consejo, se halló una cohorte de íntegros dominicanos que no estaban dispuestos a ceder en sus maneras de actuar.

Segura defendió a César Sánchez en razón de que sostener la acusación habría sido un desatino. Me cuentan algunos de los integrantes del consejo que lo secundó en la gestión de la CDEEE, que Sánchez se manejó con estricto apego a normas legales y reglamentarias, pero sobre todo, éticas. Podría afirmarse que fue un diamante en medio del estercolero representado por otros gestores de la cosa pública en el cuatrienio en que le tocó desempeñarse.

Sus vicisitudes surgieron al develar el arcano de los correligionarios de Segura.

¡Cuál no fue su sorpresa al encontrar en una caja parecida a la de Pandora, el tesoro del Capitán Morgan! Y cuanto era peor, ¡aquella riqueza se hallaba registrada a nombre de todos esos santos! Apenas se produjo el cambio de administración sobrevinieron sus pesares. Todos los seres humanos acudimos a los mingitorios para el depósito de las emisiones líquidas del organismo. 

Quienes se posesionaron del tesoro del capitán Morgan, parecían creer que depositaban agua bendita. Sánchez descubrió que no, que al igual que los otros mortales, echaban a correr pipí por aquellas tuberías.  Y por eso la ignominiosa acusación hecha cuatro años ha, que ahora se corrige. Porque, a no dudarlo, se colige la retractación en el testimonio de Segura.

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