Convivencia con los riesgos

Convivencia con los riesgos

Los peligros que encierra la utilización de combustibles, imprescindibles para muchos actos de la vida cotidiana, se mostraron con crudeza de consecuencias en el siniestro que con muertes y destrucción se hizo presente en Villas Agrícolas. El mal infligido tuvo de por medio, evidentemente, una o más inobservancia de las normas de seguridad que deben rodear operaciones con sustancias inflamables, con las que cualquier mínimo error puede dar paso al desastre. Toca a las autoridades establecer, con criterios técnicos, la magnitud de fallas e imprevisiones que antecedieron a la explosión y el fuego. Y más aún: en nombre de la sociedad, cobra la máxima importancia que ha debido tener siempre la minuciosa vigilancia preventiva y de rigor normativo a que procede tener sometidas las instalaciones de distribución y uso industrial de combustibles a nivel nacional, incluyendo la multiplicidad de medios de acarreo de carburantes que por doquier se desplazan con su carga riesgosa como parte de flotas de marcas conocidas y otros de preocupante aspecto informal.

Los recursos de control de seguridad con personal calificado que estén empleando el Estado y las compañías privadas que incursionan en el vital, pero arriesgado y creciente negocio de hidrocarburos, deben ser duplicados con reforzamiento de efectividad a la vista. El país crece en esos usos. Debe crecer también en su optimización.

Máquinas, no ¡Son mujeres!

El que las enfermeras del país tengan que procurarse hasta tres empleos para sobrevivir, lo que incluye complicarles la vida conyugal, debería preocupar muchísimo no solo a ellas y a sus parejas: también a quienes van a parar a sus manos en centros asistenciales, lo que puede ocurrirle a cualquiera. Su esencial papel auxiliar para la salud y la vida no debe estar devaluado salarialmente, lo que podría costar mucho en términos humanos.

Mal pagadas y reducidas por agotamiento; utilizadas como si fueran máquinas y no personas con necesidades y compromisos fuera de sus horas de servicio, con familias a la espera en cada hogar. No es posible garantizar la calidad de desempeño de un personal de enfermería cuya vitalidad y eficiente acompañamiento son imprescindibles en el sistema asistencial.

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