Kiev. EFE. Ucrania y Rusia pusieron ayer fin al tira y afloja de los últimos días sobre el convoy ruso con ayuda humanitaria para la zona de conflicto en el este ucraniano al acordar que el cargamento será revisado en la frontera por la OSCE y distribuido por la Cruz Roja.
“La misión circulará por territorio bajo control rebelde y, tras su llegada a (la zona rebelde de) Lugansk, la distribución de la ayuda entre la población civil correrá a cargo de la Cruz Roja”, aseguró el portavoz de la Presidencia ucraniana, Sviatoslav Tsegolko, en rueda de prensa. La decisión fue tomada por el presidente, Petró Poroshenko, quien abordó hoy este asunto con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, explicó la fuente.
No obstante, la desconfianza entre ambas partes no ha desaparecido e incluso Tsegolko no descartó que el convoy ruso sea utilizado como excusa para una provocación rebelde o una intervención rusa con el pretexto de socorrer a la población civil.
Durante toda la jornada, se sucedieron en Kiev las declaraciones sobre que los camiones rusos pintados de blanco son una treta y que en su interior trasladan a centenares de efectivos de las fuerzas especial rusas. Al respecto, la OTAN advirtió hoy de que cualquier misión humanitaria rusa que no reciba la luz verde de Ucrania y no esté bajo el control de una organización internacional sería considerada “una ataque a la soberanía ucraniana».
Poco importa que la Cancillería rusa tachara hoy de “absurdas» las acusaciones de que el convoy “es un pretexto para una invasión del país vecino». El Gobierno de Moscú asegura que ha accedido a todas las condiciones planteadas por el de Kiev.