A muchos parecerá necedad o gratuito gadejo que insista de esta manera en el tema, pero nos guste o no ellas también serán afectadas por las medidas tomadas por el Gobierno para contener la expansión del coronavirus que nos mantiene confinados entre la angustia y la incertidumbre, pues un requisito fundamental del trabajo sexual que realizan es el contacto físico, contraindicado en una pandemia que ya se ha cobrado las vidas de casi 9 mil personas alrededor del mundo. Y aunque ni Leonel Fernández ni Luis Abinader las incluyeron, por olvido o prejuicio, en sus propuestas para proteger a los que se quedarán sin trabajo y los sectores que serán más golpeados por la crisis, como es el caso del sector informal y el turismo, hay que decir que si el Covid-19 no discrimina entre un honorable y pulcro juez y una prostituta callejera no veo porqué sí tiene que hacerlo el Estado si a ambos los gobiernan las mismas leyes y los amparan los mismos derechos. Por suerte tienen quien dé la cara por ellas, la diputada del PRM Jacqueline Montero, quien ayer abogó porque el Gobierno asista con planes de salud, alimentación y orientación a las más de 2 mil trabajadoras sexuales registradas en asociaciones, que se quedarán sin actividad económica como consecuencia de la “veda” que ha impuesto el Coronavirus. “Son la mayoría trabajadoras sexuales independientes, que están en las calles, en las playas, en los parques. Si no pueden salir, ¿de qué van a vivir ellas y sus hijos? Ellas trabajan hoy para comer mañana”. Lo mismo puede decirse de un chiripero, un vendedor de aguacates al pregón y un largo y variado etcétera de actividades que componen el trabajo informal en este país. Todos esos trabajadores y trabajadoras, sexuales o no, fueron dejados fuera de las medidas del Gobierno para mitigar los daños al aparato productivo que dejará el covid-19, como si no tuvieran derecho a ser amparados por el Estado en esta hora de apremio y necesidad.