Disfrutaba de los retos que impone la disertación doctoral en ingeniería civil (Ph.D.). Había decidido demostrar que mediante las ecuaciones de Hans Albert Einstein para calcular el transporte de sedimentos en un río aluvial, era posible llegar a las ecuaciones empíricas de cambios en la morfología fluvial: forma; medidos y llevados a expresiones matemáticas por Stanley Schumm, lo que por cierto, éste pensaba imposible. Ambos habían sido mis profesores aquellos años. Para envolverme en esas demostraciones había que pasar los cursos reglamentarios y las materias electivas, estas últimas fueron todas de Economía. Además, los exámenes orales posteriores que demostraban que estaba listo para emprender una investigación original por mi cuenta. Recuerdo uno de los cursos de Economía: Temas Fundamentales en el Desarrollo de Países Subdesarrollados, en el que se insistía en la importancia de las infraestructuras física y educativa, en esa línea de pensamiento, se ponía de ejemplo al Estado de Colorado.
Entre las muchas riquezas de Colorado tomaba precedencia su abundancia de agua y de energía eléctrica, ya se había construido el proyecto Big Thompson que aportaba grandes cantidades de ambas. Las aseveraciones y comentarios del profesor han sido confirmados por el tiempo; hoy día, pocas personas pondrían en duda la decisiva influencia del agua y la energía.
La República Dominicana y su gobierno, sin dudas, está interesada en desarrollarse y proporcionar mejor nivel de vida a sus habitantes; sin embargo, a mi entender no ha establecido, de forma clara y decisiva, los mecanismos para lograrlo. En consecuencia, no contamos con suficiente energía eléctrica, ni usamos eficientemente el agua; por tanto, los precios de nuestros productos son derrotados en el mercado internacional y los que de alguna forma se venden, se apoyan en bajos salarios y miseria.
Así las cosas, debatimos multitud de proyectos de dudosa factibilidad, hemos emprendido verdaderas joyas al desperdicio y regalamos los recursos naturales a otros más ricos, generamos grandes esquemas rebuscados y antieconómicos; luego los contratamos desventajosamente. Conseguimos préstamos rápidos y manejados foráneamente por instituciones dirigidas por personas que no tienen que pagarlos y cuyos intereses comerciales, normalmente difieren de los nuestros.
En el área educativa, se entiende que un pueblo analfabeto lo tiene muy difícil para mejorar su situación no solo económica, sino también social: afecta la interrelación entre paisanos, contribuye a la criminalidad, reduce su rendimiento efectivo en la agricultura e industria. Debe saludarse la disposición de eliminar el analfabetismo tomada por el presidente Medina. Hacemos votos para que ese fin se logre y además, se mantenga el tiempo necesario para que esa lacra no resurja.
Es cierto, un país en nuestras condiciones de desarrollo requiere de todo y esto crea confusión, nubla las soluciones básicas que, una vez atacadas, contribuyen a resolver los otros problemas. Por tanto, conviene deslindar y elegir las dos o tres decisivas y sobre ellas descargar el peso de nuestros escasos recursos. Por ejemplo, si el país lograra producir abundante electricidad, cerca del doble de la demanda máxima, con un porcentaje apreciable en manos públicas, para contrarrestar el monopolio privado, el costo del kilovatio-hora tendría posibilidades de reducirse. Una alternativa más económica sería economizar un porcentaje considerable del consumo.
El lector puede hacerse una pregunta: ¿Por qué es necesaria la participación pública en el negocio eléctrico? Simple, cuesta pensar que la empresa privada tenga como plan proporcionar los medios para reducir sus beneficios; esto es contrario a su definición y objetivo de optimizar sus ganancias. La ley de oferta y demanda es clara, para una demanda determinada o creciente, a menor oferta mayores precios; generalmente a mayores precios, mayores beneficios. Por tanto, resulta lógico y hasta recomendable, desde el punto de vista de empresa generadora privada, mantener la oferta por debajo de la demanda ,o, a ras con ella. A medida de ayuda, no sustitución de lo precedente, para la consecución de precios más bajos del kilovatio-hora, podría darse la posibilidad de que cada institución o persona pueda procurarse su propio abastecimiento eléctrico por medios alternativos, es decir, dando facilidades o incentivos para la instalación de paneles solares o molinos de dimensiones adecuadas como los propuestos en Japón. Debe recordarse que en años anteriores, se usó este procedimiento para facilitar que cada persona, edificio o negocio pudiera adquirir su planta de emergencia, las que en realidad funcionan, muchas veces, para producir energía de base. Si esto se hizo con éxito para las plantas de emergencia que aumentan el gasto de combustible del país y producen el kilovatio-hora a un alto costo, por qué no hacerlo para los paneles solares, por ejemplo. La empresa privada no es solo la que tiene un comercio o una industria, los propietarios privados también lo son y cuando comparen el costo del kilo que pagan y el que les cuesta producirlo y venderle a la distribuidora, no es superfluo pensar que muchos harían uso de esas facilidades. De esta manera, la empresa privada también podría contribuir. Muchas veces conviene pensar micro en adición a macro generación, especialmente en circunstancias de crisis.