¿Despertar?

¿Despertar?

El director del Consejo Estatal del Azúcar (CEA), Enrique Martínez, ha dado una noticia esperanzadora al anunciar que ese consorcio promoverá la producción de etanol en sus ingenios, mediante alianza con inversionistas privados dominicanos y extranjeros.

La noticia es esperanzadora porque buena parte del patrimonio industrial del CEA está convertido en ruinas, sumido en la inoperancia y en vías de convertirse en inservible.

Por ejemplo el ingenio Boca Chica, en el cual el CEA se propone iniciar un proyecto piloto de producción de etanol, requiere enormes inversiones para ponerlo en condiciones de producir.

La estructura de este central se está cayendo a pedazos y sus equipos están en avanzado estado de deterioro, debido al abandono.

Ese fue uno de los ingenios arrendados a inversionistas extranjeros que no solo incumplieron los compromisos asumidos ante el país en medio del proceso de capitalización de las empresas del Estado, sino que dejaron severamente deterioradas sus instalaciones y equipos y quedaron endeudados con los trabajadores.

Esa experiencia obliga a que en esta oportunidad queden bien claras las reglas de juego, para que, en caso de haber perjuicios, no sea el Estado el único que cargue con ellos y tenga que quedarse con las ruinas de su propia industria. 

II

El proyecto de producción de etanol anunciado por el director del CEA y la información en el sentido de que el consorcio ha logrado beneficios en las operaciones del ingenio Porvenir son dos noticias que hacen pensar en la posibilidad de un despertar de la industria estatal de la caña.

Sin embargo, no parece que se le diera adecuado seguimiento al hecho de que una parte importante del patrimonio industrial del CEA fue desmantelada sin que se tenga certeza lo que se hizo con sus equipos.

Ese es el caso del desmantelamiento de los ingenios Ozama, Río Haina y Quisqueya, y faltó poco para que Boca Chica corriera la misma suerte.

Del mismo modo, hay puntos oscuros en cuanto al destino dado a grandes porciones de terrenos del complejo azucarero del Estado que han pasado a manos particulares en operaciones que parecen poco transparentes.

Si a algo aspiramos, es a que resulten exitosos los planes que ha anunciado el director del CEA, que la sociedad con inversionistas privados locales y extranjeros sea lo más transparente posible y que se compartan de manera equilibrada los beneficios y riesgos.

En la medida de lo posible, se debe estudiar la posibilidad de una diversificación amplia de la producción exportable, con proporción importante de valor agregado local y que permita mejorar la oferta de plazas de trabajo.

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