MIGUEL RAMÓN BONA RIVERA
Este año, las islas caribeñas que se mecen al sol tropical en la ruta sempiterna de los huracanes, hemos recibido la visita indeseada de Iván y Jeanne. A la llegada de Cristóbal Colón, la lengua taína era el idioma común en las Antillas Mayores y parte de las Lucayas, hoy Bahamas.
En la relación que a su regreso el Almirante escribe a los Reyes Católicos, anunciándoles el descubrimiento del nuevo mundo, les dice entre otras cosas lo siguiente:
«En todas estas islas no vide mucha diversidad en la fechura de las gentes, ni en las costumbres, ni en la lengua, salvo que todos se entienden, que es cosa muy singular».
Se sabe, por la abundancia de evidencias arqueológicas al respecto, que el caribe insular fue poblado por dos corrientes migratorias fundamentales: Una temprana, proveniente de América Central, posiblemente originada en las costas de Yucatán y Belice, y también más al sur, y que ha siso fechada por el método de carbono 14 en alrededor de tres mil años antes de Cristo; y una segunda oleada migratoria, más tardía pero mucho más importante, proveniente de las costas de Venezuela a través de la isla de Trinidad, y cuyas evidencias arqueológicas localizadas en la costa este de la República Dominicana han sido fechadas en alrededor de 2,400 años antes de Cristo.
De esta última oleada descendían los taínos, la población que predominantemente ocupaba las Antillas Mayores al momento del descubrimiento, y que constituían una rama del tronco étnico arahuaco de América del Sur.
La lengua taína predominante en las Antillas Mayores, se vio enriquecida e influenciada a través de los siglos por un cierto contacto con las poderosas civilizaciones de Centro América y México.
La palabra HURACAN, es un ejemplo de ello. Proveniente del maya, el vocablo significa «Corazón del cielo», dios poderoso que puede desatar su furia contra los humanos.
Para Pedro Henríquez Ureña, la palabra Huracán es un préstamo del quiché de Yucatán al taíno de las Antillas.
Pero en las islas caribeñas, situadas en las rutas por donde corren desenfrenadas las tempestades, el vocablo adquiere caracteres más dramáticos y significa «La ira del Señor de los vientos».
El significado y el uso de la palabra Huracán en el caribe, es mucho más violento que en el reino de los mayas y los aztecas.
Para estos, Huracán es un dios que puede enfurecerse. Pero para los indefensos habitantes de las islas del caribe, Huracán es la furia misma de Dios.
Y así, a fuerza de este dramatismo, la palabra Huracán adquiere una significación para los taínos que la convierte en una terminología autóctona.
Huracán, la ira del Señor de los vientos, es entonces, una palabra taína.
Y los taínos la pronuncian con temor y reverencia.
Cristóbal Colón será el primer europeo en experimentar en carne propia el significado terrible de la palabra Huracán.
El 15 de septiembre de 1494, Colón costea el litoral sur entre la isla Catalina, a la que acaba de bautizar con ese nombre en honor a la hija más pequeña de los Reyes Católicos, y la isla Saona.
Con su extraordinario talento de nauta, Cristóbal Colón advierte un extraño comportamiento en los animales marinos al tiempo que se producen raros cambios en la atmósfera.
Entonces, los indios intérpretes que lleva consigo en el puente de mando, de repente se arrodillan ante él despavoridos y le gritan: ¡Almirante, huracán, huracán!!.
Rápidamente le indican que dirija la nave hacia el canal que separa la isla de la Saona de la tierra firme para guarecerse allí.
En la noche se produce un eclipse de luna y Colón genialmente calcula que entre el puerto de Cádiz, en España, y el punto donde el se encuentra, hay una diferencia en el tiempo de cinco horas y veintitrés minutos. (Esa es exactamente la diferencia de horas que existe hoy día entre ambos lugares).
En la madrugada del 16 de septiembre arrecian las ráfagas de viento y las lluvias. El oleaje se encrespa y se abalanza sobre ellos el Huracán. El mal tiempo dura varios días.
Colón se salva milagrosamente del terrible fenómeno, pero esta experiencia nunca vista antes en su dilatada vida de marinero queda hondamente gravada en su mente. La palabra Huracán la pronunciará a partir de ahora con el mismo sentimiento de respeto con que lo hacen los taínos.
En el año de 1502, realizando su cuarto y último viaje, el Almirante llega a la ciudad de Santo Domingo al mando de una flota de cuatro barcos, el miércoles 29 de junio.
Colón advierte al gobernador Nicolás de Ovando que se acerca un gran huracán, y pide permiso para guarecerse en el puerto de Santo Domingo antes de continuar su ruta.
Ovando le niega el permiso porque aun se encuentran en la ciudad los grandes enemigos de Colón, el ex-gobernador Francisco Bobadilla, que había hecho preso al Almirante y sus hermanos, y Francisco Roldán, que había lidereado el alzamiento contra Colón. Estos se aprestaban a embarcarse en la gran flota de treinta y dos barcos que estaba lista para partir para España.
El Almirante advierte entonces a Ovando que no deje partir dicha flota porque va a ser sorprendida por el huracán.
En la ciudad de Santo Domingo, sus enemigos se burlan de esta advertencia de Cristóbal Colón, y la gran flota parte entusiasmada, con sus bodegas cargadas de oro.
Colón entonces navega a toda vela con sus barcos hacia el oeste para refugiarse en la bahía de Puerto Hermoso en Azua. Mientras, la gran flota que ha partido para España lo hace en sentido contrario, hacia el Este.
No bien esta llega al extremo oriental de la isla, cuando arremete contra ella el terrible huracán con toda su furia y la destruye.
Luego destruye por completo también a la ciudad de Santo Domingo, que para entonces se encontraba edificada en la margen oriental del río Ozama.
Para su reconstrucción, el gobernador Nicolás de Ovando ordenará el traslado de la ciudad a la margen occidental del río.
Pasado el temporal, el Almirante Don Cristóbal Colón surge de la bahía de Puerto Hermoso o Puerto Escondido con sus cuatro barcos intactos, y continúa su viaje para ir a descubrir las costas de Centro América.
Navega reverente por las rutas en donde se enseñorea el dios violento de los vientos: el Huracán.