Infraestructura

Infraestructura

La construcción y puesta en uso de la infraestructura de un país es muy costosa, sea ésta: agua, energía eléctrica, vías de comunicación, transporte público, etcétera. Requieren fuertes inversiones para mantenerse por delante de la demanda. Las inversiones, a su vez, exigen una buena administración estatal y aún así, en ocasiones, los países aún los más favorecidos suelen quedan atrás frente al rápido avance de las demandas. Así comienzan los dolores de cabeza que como es de sospechar, vienen acompañados de deudas enormes, deudas internas o externas que acogotan las posibilidades del país e imponen duros sacrificios a sus ciudadanos.

Las deudas, a su vez, disipan las independencias de los países. Entonces, entra en función el Consenso de Washington e impone la privatización. Si los países que resbalan por esa pendiente tienen instituciones débiles, la inversión privada impone sus condiciones a sangre y fuego. Se sobrecargan los hombros de las masas que no tardan mucho en dejar de pagar.

Los resultados son previsibles, la economía entra en una espiral descendente. Para aliviar las penurias de la ciudadanía, aparecen las políticas sociales extraordinarias: subsidios, ayudas monetarias, tarifas especiales, etcétera. De esa manera, la situación se va agravando gradualmente por el déficit que surge en el presupuesto estatal, esto ocasiona la necesidad de aumentar impuestos y empobrecimiento de las gentes que deja de pagar en mayor porcentaje. Se ha cerrado el círculo vicioso y se acelera la espiral. Se sobrevive mientras haya préstamos o se pueda imprimir dinero. No obstante, por mala “suerte” siempre aparece un detonante que atrapa al país con “las defensas bajas”. Está sucediendo en Grecia, España, Portugal e Italia.

Si el problema fuera un cliente moroso, el acreedor: Banco, comercio o mafioso, simplemente “rompe” los brazos del individuo y lo deja en la calle. Generalmente, los países, sin embargo, no se declaran en mora, aunque algunos como Argentina lo han hecho, pues en estos casos, los brazos se le “rompen” no sólo al país, sino a la comunidad económica global que está íntimamente intrincada. Una hecatombe que nadie quiere ver. En consecuencia, se le presta más al deudor pero se incrementan las condicionantes para exprimir los dineros necesarios de sufragar las deudas. Saneadas las finanzas del país, se espera a que vuelva a crecer económicamente, aliviándose así la situación de la población. El ciclo se cierra por unos años hasta que vuelve una mala administración gubernamental.

¿Se sale definitivamente de la espiral descendente? La República Dominicana sabe cómo se sale, puesto que por los años cuarenta se liberó de la deuda externa y recobró su independencia económica, marcada por la recuperación de sus aduanas. ¿Cuál fue el costo de esa recuperación? Treinta y un años de dictadura.

Entretanto, como la caída por la espiral no se detiene, la infraestructura del país sigue deteriorándose y quedándose cada vez más atrás de la demanda. Consecuentemente, en el momento que se quiera subsanar la falta de infraestructura, el esfuerzo será mayor, mientras más tarde se comience.

Dependiendo del tipo de infraestructura que haya que mejorar, la inversión económica podría resultar inmensa pues se distinguen dos grupos de infraestructura: Uno, el que sólo requiere satisfacer la demanda máxima para conseguir un ciento por ciento de garantías. Dos, los que requieren mucho más de la demanda máxima para poder garantizar ese porcentaje. Veamos, dos ejemplos ilustrativos:

Para garantizar el tráfico máximo entre dos ciudades, sólo se requiere una vía por la que pueda fluir el máximo horario de vehículos, igual sucede con una red de agua potable, si las tuberías permiten el caudal máximo horario, es toda la garantía que necesitamos.

Sin embargo, para asegurar el suministro ciento por ciento del fluido eléctrico, necesitamos mucho más capacidad de lo que es la demanda máxima. Esa sobrecapacidad es necesaria para cubrir los paros de los equipos mecánicos que suelen ser frecuentes. Mucho más que las averías en vías o tuberías.

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