La fea osada

La fea osada

En los primeros años de la década del cincuenta se mudó a mi barrio capitaleño de San Miguel un joven de estatura elevada y contentura física atlética.

Como era de esperar, las muchachas del sector hicieron cerebro con el recién llegado, sobre todo una buena amiga, quien había llegado tarde al reparto de atractivo físico.   

Hice una buena relación con el larguirucho, y le comuniqué la fervorosa admiración que le dispensaba la feúcha.

-Pues sería mejor que apuntara hacia otro lado, porque ni que estuviera loco le haría caso a esa caraja- dijo- pues no hay por donde encontrarle una gracia. Tiene las canillas más gambadas que las de Chencha, el personaje de la guaracha, de quien se dice que entre ellas puede cruzar un tranvía.

Cuando le manifesté que la muchacha estaba dispuesta a perseguirlo hasta conseguir que cayera rendido en sus brazos, lanzó una sonora carcajada burlona.

-¿Es que esa loca no se ha mirado en un espejo?- expresó con engurruñada cara de disgusto- no he visto nunca una boca mas grande, capaz de ganarle en un concurso a un maco que la que tiene esa bembona; y en cuanto a la nariz, mirándole la cara de frente, le tapa las orejas; y como tiene senos casi invisibles por lo pequeños, eso le da una apariencia de macho, capaz de ahuyentar a cualquier hombre, salvo que tenga propensión a la cundangofilia.

Al  gallardo mozo le estaban fallando los frenos del habla, por lo que continuó la enumeración de los defectos físicos de su admiradora.

-Esa tipa estuvo a punto de nacer macho, porque tiene sombra de vellos sobre la chemba, y sus brazos parecen los de un mono saludable. Esa va por un camino que conduce directamente a la jamonería, porque ningún hombre se fijará en ella, aunque se sacara el premio mayor entero en un sorteo extraordinario de lotería. Imaginarme conviviendo con ella en una isla deshabitada en la que hubiésemos naufragado, me da ganas de echarme a llorar con jipíos.

Tres años después el apuesto caballero se casó con la fea, y sucedió lo que seguramente mis lectores adivinarán, y fue que dejó de saludarme.

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