Migraciones

<p>Migraciones</p>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Imagino que alguien ha analizado, entre las causas de las migraciones y emigraciones, la resistencia a la explotación del hombre por el hombre y la creencia de que en sus propios países no hay oportunidades. Para no ir demasiado lejos hacia atrás, comencemos con los ingenios azucareros que se instalaron a partir de 1880, más o menos.

Leer “Cuando amaban las tierras comuneras” de Pedro Mir, es una delicia cuando se ve la llegada del ferrocarril, el teléfono, la calidad del montaje de obras y de cantantes famosos en el teatro de San Pedro de Macorís, la recepción de hidroaviones, las fiestas y reinados, la febril actividad de poetas, músicos, pintores.

Contra el telón de fondo de toda esa bonanza hay que ver los poemas de Paquito Domínguez Charro, gritos contra la injusticia y la explotación; “Viejo negro del puerto” por ejemplo.

Hay que saborear la amargura y la exclusión que sufrieron los isleños del Caribe que vinieron a trabajar en los 5, 6, 7 ingenios azucareros de San Pedro y sus contornos, quienes necesitaron el relato poético de Norberto James Rawlings, para que se cuantificara y se calificara el aporte cultural, deportivo, religioso, técnico y folklórico de los “cocolos” contenido en estos versos: “No tuvieron tiempo, de niños, en tomar colores y formar una bandera” Desarraigados, preteridos, ignorados, ninguneados.

Barahona progresa y crece a partir de 1920 cuando el ingenio de The Barahona Company atrae gente de muchos pueblos y países, de distintas hablas, de distintas culturas, todos con la misma sed: progresar, formar familia, tener un lugar seguro bajo el sol.

Desde siempre el capital busca gente a quien pagarle mal para obtener mayores beneficios. El capital carece de moral, de alma, de patriotismo, de nacionalidad, de color. Vale lo mismo un billete de dos mil pesos en manos de un roto que en el bolsillo de un tutumpote, sólo que el primero tiene que invertirlo muy bien y el segundo lo gasta a manos llenas.

Cada vez que hay problemas en nuestro país, los ricos, los de arriba, los cultos, se retiran y abandonan el territorio para que los demás arreglen el problema y luego ellos vuelven a continuar como jefes.

Se fueron cuando llegaron los franceses a comienzos del siglo XIX, cuando la invasión y dominación haitiana de 1822 a 1844 y, para no cansar, mandaron sus hijos a estudiar al extranjero cuando se olieron que Trujillo, su aliado y protector, estaba en sus últimas.

Son los mismos que se fugaron del país en un portaaviones gringo en 1965 y volvieron luego a continuar su labor de explotación y abusos, aliados a un poder represivo que los respaldó y aupó para que fueran más ricos con un régimen de austeridad que prohibió los aumentos salariales durante 12 largos años.

Ahora tienen el país lleno de haitianos a quienes explotan en tareas que no quieren hacer los dominicanos.

¿Por qué los dominicanos no siembran, cuidan y recogen arroz, café, cacao, tomates, habichuelas, guineos, tabaco etc.? Por la natural y lógica resistencia a la explotación.

Mientras el patrón vive en lugares exclusivos el trabajador que contribuye a su riqueza es explotado de manera vil.

¿Se irán los explotadores del país, si algún día los inmigrantes haitianos constituyen una mayoría tan determinante que deciden tomar el poder?

¿Y los otros, los que no nos vamos?

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