¡No!

¡No!

La moral y buenas costumbres de los dominicanos son incompatibles con ciertas formas soeces de demostración, y cuando alguien ha osado violentar tales principios, la respuesta de la sociedad ha sido contundente.

Esta vez hay que levantar la voz y escandalizarse, y sobre todo demandar sanciones, por la osadía de un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que se han exhibido semidesnudos para protestar por el cierre de dos puertas de acceso al campus y para demandar facilidades para el uso de la biblioteca.

Que se sepa, no hay nada que pueda vincular este estilo de protesta con las reivindicaciones demandadas. Y no lo hay porque ha de presumirse que los protagonistas y auspiciadores de esta modalidad de protesta deberían ser gente con estilos y costumbres muy distintos a los que dejan ver al exhibir sus anatomías.

Si algo logran estos nudistas de mal gusto es, precisamente, desmeritar las que podrían ser demandas justas y atendibles, fáciles de solucionar por medio del diálogo con las autoridades universitarias y sin necesidad de ofender la moral y las buenas costumbres de decenas de miles de estudiantes que no comparten esta forma grosera de expresión.

Ningún grupúsculo puede tomarse impunemente esos fueros en  un conglomerado académico tan amplio y diverso.

 – II –

 Lo menos que podemos demandar ante esta primera expresión soez y de mal gusto es que las autoridades de la universidad del Estado asuman una actitud firme y responsable, consecuente con la gravedad de esta agresión visual y moral, y sancionen de manera ejemplar a todos los involucrados en  este espectáculo de mal gusto.

Y deben hacerlo ahora, desde la primera protesta de esta naturaleza, para cortar de inmediato toda posibilidad de repetición de un acto realmente ofensivo y repudiable.

Del mismo modo, las autoridades están llamadas a preservar a toda costa las instalaciones de la modernísima biblioteca, a la cual demandan acceso fácil  los nudistas de nuevo cuño.

Cada país tiene sus características y costumbres, sus rangos de tolerancia ante la inmoralidad. Nuestra sociedad, que no es atrasada ni anticuada, no asimila la inmoralidad pública como una forma válida de protesta, y mucho menos cuando los protagonistas –se supone- son gente con roce cultural y nivel académico aceptable.

Las autoridades de la UASD tienen que cortar desde este momento toda posibilidad de continuación o reedición de ofensas morales como la que estamos comentando.

Y deben hacerlo porque no se puede permitir que minorías, como es el caso, se impongan por encima de las reglas de coexistencia y las normas que pautan la vida en una academia como la UASD.

Reclamamos que esta desfachatez sea sancionada sin miramientos y con todo el rigor que amerita el caso.

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