Con demasiada frecuencia nos reprochamos que solo ponemos el candado después de haber sido víctimas de un robo, incapaces de comprender que la indolencia, mas que un defecto atribuible a nuestra idiosincrasia, es una manera de vivir, razón por la cual nos cuesta tanto esfuerzo abandonar esa mala costumbre no obstante los tantos dolores de cabeza que nos ha provocado. Y tan arraigada está esa mala maña, como decían los viejos de antes, que hasta le hemos inventado variantes, como eso de poner el candado solo por temporadas, cuando todo el mundo sabe que los ladrones trabajan el año entero y, si nos descuidamos lo suficiente, también las 24 horas del día. Lo mismo pasa, dicho sea a propósito, con los accidentes de tránsito, por culpa de los cuales República Dominicana se encuentra entre los líderes mundiales, pues es el segundo país de los 182 pertenecientes a las Naciones Unidas con mas muertes de tránsito por cada cien mil habitantes con una tasa de 41.7 fallecimientos. Ante esa realidad, y el hecho de que miles de ciudadanos se desplazan al interior de país a celebrar las fiestas navideñas junto a sus familiares, se entiende y justifica que la Oficina Técnica de Transporte Terrestre (OTTT) ponga en marcha un operativo de revisión de los autobuses del transporte urbano e interurbano que incluye hasta exámenes médicos a los choferes. Lo que no se entiende ni justifica es que esa supervisión no se haga durante todo el año, de manera sistemática y como parte de la rutina de ese organismo, si de lo que se trata es de prevenir accidentes y evitar pérdidas de vidas, dolorosas y lamentables no solo en Navidad y Semana Santa.