Perdón a los negros cañeros

Perdón a los negros cañeros

Hablar de Batey es hablar de miseria, de exclusión y de inseguridad. Pero también, es hablar de dolor humano, de caña y machete, de sudor y lágrimas.

Desde su primera generación esclava han sido pateados y olvidados; murieron pobres, siguieron en condiciones desiguales hasta su tercera generación. Hoy, son un puñado de negros, viejos y ancianos de piel   deshidratada, con pómulos salientes, desnutridos, anémicos, hipertensos, diabéticos, demenciales y depresivos, que arrastran los pies con el síndrome de la desesperanza aprendida.

En pleno siglo XXI las tierras que trabajaron por siglos fueron pasadas a sectores productivos bajo el nuevo concepto neoliberal de que el Estado es un pésimo administrador. Pero ellos, los negros cañeros, peor que el feudalismo, donde el señor feudal al comprar las tierras pagaba y compraba a los siervos de la tierra, o sea, los campesinos que la trabajaban. Hoy, los negros cañeros son menos, más de 400 murieron en la indigencia total, sin enterarse de su amargada suerte.  

Son un grupo de viejos y viejas, de bateyes pobres, mugroso, infra humanos que viven a finales del siglo XIX. No tiene grupos, no los representa nadie, su fuerza electoral es de 0.001%, no inciden para nada ni para nadie en esta sociedad autista y deshumanizada.

Con ellos han jugado al tiempo y al silencio, al peloteo y a la suerte, a sabiendas de que los negros cañeros semanalmente por lo menos uno o dos mueren, y ya van por 400. Una pensión de 5,117 pesos al mes, donde usan medicamentos para la hipertensión, diabetes, demencia, depresión, obstrucción pulmonar, etc. Enfermedades crónicas no transmisibles, que no tienen respuesta con políticas públicas de salud. Seguirán muriendo como sus antepasados. Se ira su historia, su referencia, su legado y su trabajo, quizás nunca lo entendieron, ni los de ahora, ni los anteriores, ni los que vendrán después, porque han terminado de la misma manera dos siglos después.

Perdón a los negros cañeros. Perdón negro de bateyes, de sudor y lágrimas. Han vivido la arritmia histórica de un país atrapado, pateado, que trata a los hombres de trabajo y de valores con la indiferencia y la mirada esquizofrénica de la ausencia social.

Para no entender, unos buscan sus males en lo símbolos y en las fuerzas de lo divino. Otros, piden a sus antepasados que no les abandonen. Mientras que unos pocos van y vienen, asumiendo presencia, buscando de personas sintientes que les autoricen una migaja de la distribución desigual de la sociedad del siglo XXI.

Perdón, negros cañeros, yo solamente cumplo con mi parte. Hacer silencio, mirar para el lado, es ser cómplice y ser desigual. Perdón negros cañeros.

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