Pirotecnia sin desgracia

Pirotecnia sin desgracia

Cuando está en manos de artesanos expertos, la pirotecnia es un sueño vestido de fuego de colores y de fiesta, arte y técnica que transforma el antimonio y el estroncio en blanco, el bicarbonato de sodio en amarillo y en azul o verde el sulfato de cobre, para romper la oscuridad de la noche en un creativo juego de luces hecho para el disfrute.

Abanicos, soles, palmeras, nombres, figuras humanas, glorietas, pabellones, cohetes, coronas y castillos. Todo cabe en los destellos coloridos de los discípulos contemporáneos de aquellos maestros chinos, hindúes, egipcios y árabes que vivían aislados y en secreto legaban sus fórmulas a aprendices escogidos.

El convertir la pólvora en magia que viste el cielo de lluvias multicolores es tarea de hábiles pirotécnicos; sin embargo, esa mezcla de azufre, carbón, clorato y nitrato de potasio nunca debió establecer ciudadanía en el reino doméstico.

Mientras los mercaderes de explosivos hacen fortuna en esta época, repitiendo hasta el cansancio que “la Navidad sin fuegos artificiales es media Navidad”, el gran público se condena, al consumir sus productos, a dejar en pago un irrecuperable tributo de ojos perforados, miembros mutilados y rostros deformes.

Cada vez que escucha la cuña de marras, al cirujano ocular Juan Lorenzo Ubiera, jefe del departamento de Retina y Vítreo de Centro Láser, le bulle la adrenalina, tiñéndole las mejillas de un rubor de indignación que no desaparece sino tras el desahogo:

“¡Que una Navidad en donde no hay ojos perdidos y menores quemados no la celebramos porque no es Navidad, sino media Navidad; que para que festejemos hasta el tope, los dominicanos necesitamos el complemento del desastre, el ingrediente de la desgracia”.

Cada puesto de venta de “montantes”, “tumba-gobiernos”, “torpedos”, “velas romanas” y otros artefactos explosivos es, para el retinólogo, un polvorín en potencia y un agente indefectible de desgracias.

Se ha establecido que la mayoría de las quemaduras por fuegos artificiales suceden a niños, niñas y adolescentes de uno a 15 años que, en un 90 por ciento de los casos, estaban acompañados de personas adultas. Las manos y los ojos son las áreas más afectadas.

Esos nobles órganos, los cuales alcanzan apenas 22 ó 23 milímetros de longitud, son particularmente vulnerables a las quemaduras, laceraciones y perforaciones por fuegos artificiales: “Los artefactos explosivos”, indica Ubiera, “emiten partículas que viajan a grandes velocidades por la detonación, producen una onda expansiva y se comportan como proyectiles que impactan los ojos”.

Las esquirlas metálicas, la arena y las piedrecillas que forman parte del contenido de los fuegos artificiales explosivos pueden producir traumas y heridas con irreversibles secuelas y complicaciones, e incluso provocar la pérdida instantánea de uno o ambos globos oculares.

“En todas las Navidades, los fuegos artificiales destruyen ojos. Generalmente, el globo ocular se rompe como si fuese una pelota, ante el impacto de la dispersión de partículas a gran velocidad. Un daño a la anatomía del ojo se traduce en pérdida de la visión, en ocasiones de forma total”, explica el cirujano.

[b]QUE SEAN ERRADICADOS[/b]

Para muchos de los profesionales de la salud a quienes toca recoger los platos rotos tras los excesos navideños, no hay buena ni mala pirotecnia, ni autorizada ni no autorizada, ni pólvora negra o blanca. Entienden que la pirotecnia debe dejarse a los pirotécnicos.

“El uso privado de los fuegos artificiales debería prohibirse”, sentencia la Academia de Pediatría de Estados Unidos, dado que cerca de un tercio de las lesiones oculares por fuegos artificiales resulta en ceguera permanente.

Ubiera imprime un matiz y una urgencia similar a sus señalamientos: “Por las mutilaciones y quemaduras, el daño a vidas jóvenes, por el hecho de que todos los años hay fábricas que se queman y muchachitos que mueren dentro de ellas, el uso doméstico de los fuegos artificiales debe ser erradicado”.

Ya que la pólvora juega un papel importante en las celebraciones y regocijos de la paz, el médico sugiere que sean el Gobierno o las empresas privadas quienes organicen y patrocinen espectáculos pirotécnicos navideños, manejados por profesionales y cuyos remanentes caigan mar adentro, donde no puedan hacer daño.

Así, las Navidades en el Malecón de Santo Domingo podrían ser tan bellas e inocuas como un Cuatro de Julio a orillas del río Hudson, en Nueva York.

El país no debe esperar –concluye Ubiera– a que ocurra una tragedia como la del sábado dicembrino peruano de hace dos años, en el que murieron 124 personas y otras 115 resultaron heridas, al estallar una tienda de fuegos artificiales en el centro histórico de Lima, en un incendio de espantosas proporciones.

[b]ATENCIÓN OPORTUNA[/b]

Los sectores público y privado ofrecen lugares especializados en atender emergencias médicas en caso de daños oculares por fuegos artificiales, como los hospitales Elías Santana, Luis Eduardo Aybar e INDEM, y los establecimientos Centro Láser y Centro de Microcirugía Ocular y Láser.

De lo oportuno y precoz de los primeros auxilios dependen el manejo y los resultados ulteriores. Cuando hay traumas en un ojo, deben evitarse las manipulaciones.

Es preciso cubrirlo con un vaso plástico limpio o con un cono de cartulina y fijarlo con esparadrapo o cinta pegante. No se debe tocar ni presionar el ojo o aplicar gotas o medicamentos sin prescripción médica.

El ojo dañado debe ser tratado única y exclusivamente por un profesional de la oftalmología, pues cualquier otra intervención podría agrandar la herida y facilitar el prolapso o vaciado del contenido ocular.

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