Este planeta está lleno de volcanes; cuando alguno de ellos entra en erupción “se arma una corredera”. Siempre ha sido así. Todos hemos oído hablar del “Mount Pelée, del Krakatoa; también del Vesubio, que fue capaz de enterrar tres ciudades en la antigüedad. Los hay en las Antillas, en Java, en Nápoles. Nadie puede librarse de los fenómenos naturales: terremotos, huracanes, “tsunamis”, desbordamientos de ríos. Del mismo modo, no es posible abandonar el planeta y mudarse a otro. Todavía los negociantes de bienes raíces no han podido “habilitar” ningún “espacio interestelar” y urbanizarlo. Los expertos en vender tierras -“realty executives”-, compran terrenos rurales yermos, los convierten en solares, trazan calles y construyen viviendas.
Pero aun no han logrado inaugurar un “resort” en la luna, cosa que podría ser publicitada con mucho éxito. El “alunizaje” de Armstrong y Collins, perros que ladren a la luna, las sonatas de Beethoven y Debussy, serían sólidos puntos de apoyo para la promoción de “ventas interplanetarias”. Los satélites existentes difundirían vistas de los “servicios disponibles “, con sus costos expresados en varias monedas. Sin embargo, seguimos “anclados” a un solo planeta. Cada año, desde hace más de cinco siglos, en estas dichosas “islas de sol y cocoteros” debemos resistir una temporada de ciclones, que ahora parece haberse “extendido”.
Este planeta contaminado, parcialmente deforestado, con varias especies animales y vegetales “en vías de extinción”, es el único “asiento” que tenemos para nuestras guerras, trapacerías y necedades colectivas. Es aquí, en esta tierra, donde hay que discutir impuestos, leyes, procedimientos judiciales, sufrir los contubernios y emplastos de los políticos, las maromas de sindicalistas y empresarios. Los únicos sueños que podemos concebir han de realizarse entre paralelos y meridianos terrestres, sea en otoños o en primaveras.
Cuando estamos hartos de narcotraficantes, de abusos policiales, absurdos administrativos y basura acumulada, conviene recordar que no podemos escabullirnos por algún “hoyo negro” de esos que ha postulado la investigación cosmológica. Los habitantes de la tierra han inventado toda clase de armas destructivas; pero también el violín, el clarinete, el vino de jerez, las frutas en conserva, el jamón serrano; una gran variedad de quesos, de músicas y poemas, hace vividera esta tierra. Somos tubérculos sembrados superficialmente.