Para este país, que se adentra en una era de incremento en la demanda de conocimiento y necesidad de eficiencia, sería de gran ayuda que pudiera materializar la revolución que promete la licenciada Ligia Amada Melo, secretaria de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.
Pero, a contrapelo con los deseos, hay un ámbito previo a la educación superior que necesita ser objeto de una auténtica revolución, para que los bachilleres lleguen a las universidades amparados por índices académicos aceptables.
Una de las distorsiones predominantes en la enseñanza superior es que el producto no se corresponde con la demanda. Nos explicamos: aquí la oferta de las universidades no toma en cuenta las demandas técnicas y profesionales de la economía del país y por esa razón es frecuente ver a ingenieros, o médicos o mercadólogos tratando de ganarse la vida en menesteres ajenos a sus respectivas especialidades. La otra vertiente es el déficit de ciertos técnicos o especialistas demandados por la economía.
Ahora bien, la eliminación de esas distorsiones no es en esencia la revolución, sino parte de ella. Necesariamente, para hacer transformaciones relevantes en enseñanza superior se tiene que empezar abajo, en la primaria y la intermedia, para llenar los huecos de conocimiento que arrastran hacia las universidades muchos bachilleres, sobre todo procedentes de la enseñanza pública.
No es que restemos méritos a los planes de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Por el contrario, entendemos que sería un gran aporte que esa cartera lograse los propósitos anunciados.
Nuestras observaciones pretenden estimular en las autoridades el interés de hacer también una revolución en la enseñanza primaria y en el bachillerato, de manera que el producto que vaya a las universidades no siga significando una especie de contrarrevolución.
Nuestra aspiración, en resumidas cuentas, es que haya una revolución integral en materia educativa, de manera que podamos hacernos competentes, eficientes y realmente capaces de constituir una sociedad de conocimiento con vocación de progreso.
Salvajismo
El recinto y las instalaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) fueron empleados ayer para protestas violentas de parte de grupos que dicen representar a los estudiantiles.
La justeza de cualquier demanda que se pretendiera se diluye en el salvajismo de los métodos empleados para canalizar esas demandas.
Algunos promotores del desorden dijeron que protestaban por la muerte, a manos de la Policía, de Elvis Amable Rodríguez, un dirigente del Frente Amplio de Lucha Popular (Falpo) en Navarrete.
Es deber ineludible de las autoridades atender a la demanda de esclarecer las circunstancias de esa muerte y establecer las responsabilidades que correspondan para que actúe la Justicia. Pero la demanda no justifica los medios violentos y los daños provocados por los demandantes, que tomaron el recinto y las instalaciones de la UASD para canalizar su descontento.
Hay que poner cada cosa en las manos de la justicia, y eso debe de hacerse tanto en el caso de que haya rastros oscuros en la muerte de un dirigente del Falpo, como en el brote de salvajismo ocurrido ayer en la UASD.