Terremoto

Terremoto

LUIS G. CARPIO MONTAS
Al leer las advertencias que la SODOSISMICA-Sociedad Dominicana de Sismología e Ingeniería Sísmica publicadas en el matutino Hoy y el vespertino El Nacional los recién pasados días 24 y 25 de febrero, no pude dejar de recordar aquel famoso y lapidario párrafo de la Oficina para la Prevención de Desastres-UNDRO, de la ONU: «El más riguroso de todos los laboratorios de ensayo es un terremoto. Revelará cada uno de los defectos y errores en el diseño y la construcción.

Cualquiera de esas deficiencias puede ser fatal para las personas que se encuentren en un edificio».

Recuerdo que lo transcribiéramos en los I Seminario Dominicano y IX Latinoamericano de Ingeniería Sísmica celebrado en Santo Domingo en 1996. No era difícil imaginar que la naturaleza nos lo iba a recordar tarde o temprano, pero fué una verdadera sorpresa que las afortunadas leves consecuencias del sismo de Puerto Plata nos lo reiteraran apenas en lapso de unos cuarenta días después de conocer los resultados de la evaluación del reciente gran terremoto de Turquía. Para entender el potencial peligro es conveniente aclarar que la falla de las escuelas de Puerto Plata, por suerte en horas de la noche, no fueron accidentes, ni mucho menos colapsos aislado que no se vayan a repetir. En realidad, los desplomes de las escuelas correspondieron al comportamiento anticipable de ese tipo de estructuras de acuerdo a los conocimientos actuales sobre el tema; los casos eran totalmente previsibles con tan sólo leer las memorias del citado seminario, y más aún después de Turquía.

Los que hemos tenido la oportunidad de conocer sobre la similitud geológica, tectónica y constructiva entre la República Dominicana y ese país asiático, así como los resultados de las evaluaciones del desastre de sus estructuras en el citado sismo, jamás podremos alegar ignorancia de la espada de Dámocles que pende sobre nuestras cabezas. La mayoría de nuestras escuelas son similares a las fallas y podrían, o más bien tendrían que colapsar en el sismo que por lógica estadística suponemos nos afectará en los próximos años. Y no sólo las escuelas, tal como puntualizaron los científicos que evaluaron el caso Turquía, y que por diligencias del USAID nos representan sus documentos en la conferencia que días antes del sismo de Puerto Plata celebró el COE: muchas de nuestras torres de lujo y hoteles tendrían similar suerte. Se rumora que USAID y otras embajadas lo resolvieron mudando su personal fuera de todos los edificios que representaban riesgos.

Pero la ciudadanía debe conocer algunos detalles que resultan críticos por sus futuras posibles consecuencias. Tal como aclara el mismo UNDRO, los Códigos de construcción están siempre atrasados, ya que cada nuevo sismo nos enseña lo que estábamos haciendo mal; y es mundialmente establecido que las responsabilidades y penalizaciones al respecto estén prescritas en las leyes mientras que los requerimientos mínimos a cumplir, de acuerdo a esas leyes, se incluyen como temas específicos en esos documentos de oficial obligatoriedad. Resulta obvio que si la responsabilidad legal se limita a cumplir con códigos normalmente atrasados, la real seguridad de la ciudadanía está supeditada a la capacidad, experiencias y conocimientos adicionales que posea su ingeniero estructural; y estas virtudes, al no ser obligatorias, en general deprenden del interés y dedicación del profesional, y más que nada, de su particular actitud técnica y sentido de responsabilidad.

Las leyes dominicanas son bastantes parcas al respecto de las construcciones; no hay responsabilidad legal más allá de la amorfa figura jurídica «vicios ocultos», y la profesional no está claramente definida en ley alguna. Nuestros Códigos de Diseño y Construcción, establecidos como Manuales de la Dirección Nacional de Reglamentos y Sistemas de la SEOPC, están ya muy atrasados y son en realidad sugerencias más que obligatoria prescripción, que al igual que en el campo privado, tampoco cumplen muchas obras gubernamentales. A pesar de que el Libro Blanco del CODIA requiere el Seguro de Práctica Profesional, y adecuados seguros para todo edificio de uso público, esta entidad aún no inicia las correspondientes diligencias para su implementación; son muchos los hoteles turísticos, industrias y costosas torres de lujo que muy probablemente colapsen, y que ocasionarán situaciones catastróficas que no sabremos ni podremos manejar.

La probabilidad de que lo anticipable afecte seriamente nuestro actual aparato productivo tampoco sería un sofisma sino una realidad, ya que está comprobado que las coberturas de seguros, cuando los hay, se declaran importantes ante desastres de la magnitud usualmente envueltas en estos casos. A pesar de que en los años 70, como consecuencia de las costosas medidas sismoresistentes implementadas en los trabajos de Playa Dorada, en la Costa Norte, el gobierno oficializó la obligación de los estudios de suelos para las construcciones en el país, sin embargo, aunque requeridos legalmente, estos estudios son actualmente bastante deficientes sobre todo en lo relativo a la llamada interacción suelo-estructura, que es el parámetro de medición del comportamiento anticipable para estas predicciones. En adición, y especialmente en los emporios turísticos, muchas de las edificaciones al parecer nunca han sido presentadas a la SEOPC, ni mucho menos revisadas y aprobadas por esa entidad tal como prescribe la Ley de Construcciones. Es de notar que muchos de los edificios en peligro adolecen sólo de simple incoherencia estructural ya que los planos carecieron de adecuados detalles, y lo construido usualmente no corresponde al concepto estructural de lo diseñado. Su solución es relativamente fácil y económica ante los anticipables eventuales problemas.

Desde principios de los 70 el respetado Ingeniero Rafael Coromínas Pepín, uno de los fundadores de la SODOSISMICA, se ha dedicado a educar a la ciudadanía; esa labor sin embargo origina que muchos de sus colegas, aun dentro de la misma organización citada, lo tilden de temerario por parecer ilógico atemorizar al público con «algo que no hay seguridad que va a suceder», muchos otros lo admiran y aplauden, pero no pueden darse el lujo de perder negocios por escrúpulos de sólo tipo moral. Es inevitable que un día despertaremos de nuestra permanente desidia, y un poco tarde ya descubramos que sí había razón para prevenciones, y que muchas pérdidas pudieron ser evitadas con construcciones raciales acordes con las actuales tecnologías y conocimientos mundialmente planteados, estén éstos prescritos o no en los «siempre viejos» códigos y leyes; ojalá no suceda lo de México en los años 60, que a muchos colegas sólo les quedó la salida del suicidio. Los periodistas quizás podrían ayudar difundiendo los detalles del tema y aclarando los derechos del propietario de la edificación cuando sus características requieren medidas que excedan la obligatoriedad de los códigos; él, y sólo él, tiene el derecho de decidir sobre la alternativa de vivir o no dentro de su particular cuantificable situación de riesgo, aunque esta solución, sin embargo, no debería bajo ninguna circunstancia ser aceptable en edificios que impliquen servicio al público, o gran densidad ocupacional, tal como específica el Libro Blanco del CODIA.  

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