Trabajo

Trabajo

POR  SERGIO SARITA VALDEZ
El evolucionismo darwinista sustentado en las dos obras clásicas de Charles Darwin tituladas El origen de las especies y El origen del hombre tiene como argumento fundamental de su base ideológica la ley de la necesidad y la lucha por la supervivencia. En ese tenor se destaca la lucha entre las especies vivientes y su medio. Cuando no es posible vencer un obstáculo se genera un mecanismo de adaptación con la finalidad de seguir viviendo.

Como resultado del proceso de la interacción entre las especies y su ambiente se postula que el que sea más fuerte o se adapte mejor, ese sobrevive. En el caso específico de los seres humanos estos llevan a cabo acciones variadas tendentes a preservar al individuo, las cuales tienen un común denominador que es el de vivir más y mejor. Existe también el interés de reproducirse a fin de garantizar la permanencia de una descendencia que perpetúe la especie.

El trabajo es necesario para vivir. Se dice que a medida que el hombre hace sus faenas cotidianas en esa misma proporción éstas moldean al sujeto. Se llega incluso a plantear la tesis de que las labores manuales han sido las principales responsables del desarrollo cerebral. De ahí es de donde deriva aquel viejo y sabio adagio de que el oficio moldea la mente y regula el comportamiento de la persona.

Si lo enunciado arriba tiene un porcentaje alto de realismo y de veracidad entonces deberían movernos a preocupación estos conocidos versos ya convertidos en merengue del folclor dominicano: “A mí me llaman el negrito del Batey/ porque el trabajo para mí es un enemigo/ el trabajar yo se lo dejo todo al buey, / porque el trabajo lo hizo Dios como castigo”.

Querámoslo o no, tenemos que admitir que los mensajes insertados en la música popular ejercen un efecto importante en el modo de pensar de la gente que los escucha, al punto de ser capaces de modificar el estado anímico del embelesado melómano. Un merenguero, bachatero, baladista, salsero, roquero, o de cualquier otra denominación que guste al gran público, tiene la magia de poder atraer a multitudes que imitan su estilo, ademanes, gestos, prendas y vestidos.

Psicólogos, maestros, empresarios y políticos están conscientes de la influencia que sobre las masas tienen estos populares y aclamados intérpretes. De ahí que a nadie debe extrañarle que fabricante, comerciante o dirigente político utilice como mensajero de su producto o consigna a un renombrado y querido cantante. Ante una melodía socialmente dañina el compositor o intérprete pudiera excusarse diciendo que él escribe o canta lo que entiende que al público le gusta, sin importarle un bledo si al final de la jornada resulta deformante o letal para el escucha.

Es cierto que fundamentalmente trabajamos para vivir y que no vivimos para trabajar. También es verdad que hay personas que tienen una manía laboriosa las 24 horas del día ya que hasta en sueño siguen afanando. A estos últimos individuos se les denomina adictos al trabajo; sin embargo estos constituyen una minoría. Doloroso es reconocer que un considerable número de jóvenes y adultos aborrecen el tener que doblar el espinazo, ponerse de pie o sentarse a trabajar. Prefieren la dulce vida de consumir sin comprar lo que otras manos producen con el sudor de sus frentes.

Moralmente es inaceptable consumir lo que usted no se ha ganado. Cuando alguien usufructúa una mercancía ajena sin pagarla y sin que se la hayan regalado, deducimos que si no la ha adquirido a crédito entonces la ha sustraído.

En el hogar y en la escuela el niño aprende a trabajar para de esa forma ganarse con dignidad el sustento en el mañana. El ocio y la vagancia deforman el pensamiento y la conducta del sujeto. Estos individuos son vulnerables a las malas acciones incluidas el robo, las drogas y la delincuencia en general. El hombre que gusta de consumir sin averiguar lo que cuesta y que al mismo tiempo se jacta de ser un vive bien transmite ese modelo de vida a su derredor.

Cierro estas reflexiones con una cita del Papa Juan Pablo II y con la cual me identifico plenamente: “Con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y de la técnica y, sobre todo, a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad de hermanos”

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