El tipo de gobernante

El tipo de gobernante

La insatisfacción frente a la conducta de los partidos políticos es un fenómeno general. Abarca naciones pobres y ricas, desarrolladas y en camino de llegar a serlo. Tanto en Europa como en América se escuchan quejas amargas acerca de la “penosa actuación” de los partidos y sus dirigentes. En ninguna parte logra “cuajar” una “Ley de partidos” que proteja al ciudadano de los excesos de los funcionarios, de la corrupción “rampante” de “cúpulas”, nomenclaturas, camarillas, “caucus”. No es nada nuevo; pero no puede negarse que en los últimos tiempos hemos asistido a una suerte de auge de la sinvergüencería y la desfachatez.

No se trata de problemas del sistema político, del sistema económico, de las ideologías sociales, de algo que podamos achacar a un régimen determinado. Las ideologías sociales contemporáneas parecen haber fracasado todas. El hombre común cultiva hoy el cinismo programático; o exhibe un melancólico desencanto frente a los políticos “de cualquier denominación”. Dirigentes capitalistas y socialistas han sido igualmente crueles, igualmente mentirosos y ladrones. La corrupción en Rusia o Ucrania, no es menor que en algunos países europeos que tenemos por “civilizados” modelos de “desarrollo político e institucional”. Los vicios y “debilidades” de los individuos son parecidos en el mundo entero.

Aristóteles, tratando de ser objetivo, coleccionó las constituciones reales de varias ciudades griegas. Pretendía hacer algo así como un “trabajo de campo”; y de este modo, evadir el riesgo de trazar el régimen político “idealmente mejor”. En su famoso libro “La Política”, el gran filósofo dice ser partidario de una “constitución mixta”, que contenga lo mejor de la monarquía, que es la continuidad; lo mejor de la aristocracia, que es la excelencia; y lo mejor de la democracia, que es la participación del mayor número de ciudadanos.

Es fácil comprobar que han existido malos reyes y buenos reyes; presidentes lamentables y presidentes excelentes. El régimen puede ser menos importante que la persona del gobernante. Winston Churchill dijo una vez –no sabemos si en broma o en serio– que la democracia era el peor régimen político, si se excluían todos los demás. Fue un gran gobernante conservador, bien recordado por su pueblo. Lo fundamental es la clase de hombre que ejerce el poder.

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