Excelentes resultados de un concurso

Excelentes resultados de un concurso

El año 2018 está viviendo la celebración de cuatro concursos nacionales de pintura, unos para jóvenes artistas, otros abiertos a todas las edades, como es el caso de “Pinta el Cacao Dominicano”, cuyas obras, seleccionadas y premiadas, todavía están en exhibición en la Galería Nacional de Bellas Artes.

La acogida fue tan entusiasta que ha provocado una auténtica sorpresa.
Ciertamente, en las escuelas de arte y en el medio artístico en general, mucho se hablaba de este concurso. Sin embargo, que haya reunido a 231 participantes – era una sola obra por participación–, no se dejaba prever… Ahora bien, estos certámenes “menores”, simples, dotados de premios bienvenidos en tiempos de crisis, han tenido éxito y resonancia, multiplicándose los concursantes, y a menudo los mismos repitiendo su participación en los siguientes.
Ya hemos dicho que la pintura, gran categoría tradicional del arte dominicano, ejerce una atracción especial, y que el tema, lejos de constituir un obstáculo para la inspiración, estimula y –no hay duda– guía al artista –sobre todo a los jóvenes talentos en etapa de búsqueda–.
Este Primer Concurso Nacional Pinta el Cacao Dominicano, no solamente motivó, ¡sino que fomentó hasta una muy positiva “algarabía” creadora! También innegable es que se difundió en todo el país, que Santo Domingo y Santiago ya no son tan hegemónicas como antes, que hay una verdadera convocatoria y participación nacional.
El rotundo éxito tiene varias causas. La primera es … el cacao, una fruta, un sabor, un manjar, que deleita desde la infancia y alimenta los sueños de chocolate. Así mismo, se (re)conoce como cultivo y producto nacional, de sobresaliente calidad, “criollo de verdad”, que tiene una reputación internacional y un mercado mundial. Luego, en la organización misma del concurso, el grupo pluriempresarial Conacado se ha implicado fuertemente, no solo como patrocinador generoso, sino brindando giras por los campos cacaoteros y fomentando una interrelación con los artistas.

La exposición. Se seleccionaron 114 obras, o sea que prácticamente la mitad de los trabajos presentados se admitieron, proporción pocas veces alcanzada en una participación tan numerosa.
Un jurado de renombrados académicos y profesores integró a Rosa Tavárez, Laura Gil y Amable Sterling para la selección y la premiación. Ellos manifestaron su profunda satisfacción por la respuesta al certamen y por el nivel de las pinturas, elogiando la afluencia de artistas talentosos, su captación del tema, su dominio técnico.
El cacao, –otrora sagrado, privilegio cortesano, hasta moneda de intercambio ancestral–, ¡cuánto ha inspirado a nuestros pintores! Lo han plasmado no solo como bebida popular, especie tropical y patrimonio de una región, sino también como expresión placentera de la cultura y el arte, como símbolo de la fertilidad, la sostenibilidad y la perseverancia. Han exaltado la forma frutal y su estética natural.
A unanimidad de las paletas, los artistas han convertido árboles, frutos, semillas, en una fiesta de colores. Nuestra mirada va y viene, seducida por cada interpretación pictórica, su seriedad, su emoción… comunicando orgullo y alegría.
Identificados con el tema, ellos han demostrado en el tratamiento de la imagen, a la par con aprovechamiento académico y asimilación de la propuesta, una capacidad de investigación, una riqueza sensorial, psicológica e intelectual, hasta una visión poética… Este concurso, en su articulación de estilo y estética, puede tomarse como un ejemplo, a la vez firme, intenso y revelador, ¡que integra el arte a una valoración conjunta del desarrollo dominicano!

Obras sobresalientes. La pintura de Brenda Pérez –primer premio– hizo la unanimidad, a la vez por su síntesis vegetal –flor, follaje, fruta– y su sobresaliente facultad descriptiva.
Luego, el manejo de la luz y la superficie “aterciopelada” son parte del encanto. Como se podía esperar, por la temática misma y la experiencia de otros concursos, los artistas propusieron, en su mayoría una representación realista, haciendo alarde de seguridad, sensibilidad y estudio. No faltó el toque expresionista, que se destaca y vibra en la obra de Francisco Tiburcio –segundo premio–, ferviente admirador de Ramón Oviedo, mientras un juego complejo de tonalidades mediatizadas, seduce y domina en Pancracio Almonte –tercer premio–.
A pesar de la cantidad y la calidad de las interpretaciones sobre el tema, y aunque el ser humano –en particular el campesino– y sus manos fuertes animan a menudo la composición, es la naturaleza, viva y todopoderosa, la que triunfa, en infinitas variaciones de bodegones y paisajes, pero en “close-up”. Son verdaderos retratos del cacao, en su plenitud agrícola, su riqueza cromática, su geometría sensible. Los visitantes, tan conquistados como los autores, se deleitan y se sorprenden ante ese entusiasmo pictórico.
En los concursos, cuando hay esmero y dominio –compartidos y repartidos– encontramos también obras que contrastan plástica y estilísticamente.
Citaremos la deliciosa, refinada y real-fantástica composición de Irene María Carreño –una mención de honor más que merecida–, la apetitosa tableta de chocolate con su papel plateado de Marcelo Ferder, y la insólita incursión cacaotera de Mario José Ángeles en el proceso embrionario.
Después de la Galería Nacional de Bellas Artes, las pinturas viajarán, durante meses, por distintos espacios y lugares, públicos y privados, siendo una etapa esencial San Francisco de Macorís.
Consideramos fundamental el carácter itinerante de esta muestra. Pinta el Cacao Dominicano llama la atención de todos y atrae a públicos no acostumbrados al arte y las exposiciones. Tiene, entre sus múltiples cualidades, la virtud de una introducción a la pintura, dominicana y moderna.

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