Familia, sexualidad y violencia

Rafael Acevedo

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Es preciso estudiar a fondo los femenicidios; también los casos de religiosos con problemas de sexualidad, los problemas afectivos en la infancia, principalmente en las etapas en que el sexo comienza a demandar cosas: “Ei día que yo la vide, no sé lo que jue de mi…, hay cosah que ei cueipo pide… no debiéndolah pedí” (copla cibaeña). También a los hombres que procuran el amor, contradictoria y aberrantemente, en muchas mujeres.

Comúnmente, donde no está Dios el impulso afectivo suele convertirse en manipulación e idolatría, o en hábito y aburrimiento. Una pareja de 30 años se disuelve un día cualquiera; mayormente de parte de él, pues ella es normalmente más disciplinada y reprimida, y más propensa al amor y los valores espirituales.

Además de lo económico y lo cultural, del desempleo, el consumismo y la liberación femenina; nuestra tradición familiar es demasiado reciente, precaria. Tampoco somos descendientes de “pilgrims”, familias de religiosos refugiados, sino de aventureros. En el reciente Congreso de Historia celebrado en PUCMM, Esteban Miro, español, documentó el libertinaje sexual en los siglos XVI y XVII en Santo Domingo (anteriormente tratado por Deive). Desde Colón se conocía nuestra isla como el “Paraíso de Mahoma”, por los repartos de mujeres aborígenes entre extranjeros, originando el concubinato generalizado; siendo cosa común la inmoralidad de las autoridades, el acoso de mujeres (de alcurnia y de monjas), sacerdotes con queridas públicas, autoridades que cambiaban sentencias por favores sexuales, que disfrazados de pordioseros violaban mujeres desprotegidas. Éramos “la más licenciosa de todas las colonias”.

Universalmente, la inmigración masiva de hombres solos produce aberraciones sexuales. El tango argentino de principios del siglo 20, retrata el drama del hombre que idolatra a la única mujer que le hace favores sexuales y afectivos, una prostituta; a la que amenaza de muerte o se burla de ella cuando se va con otro. También se produce el culto a la madrecita, abandonada en el campo, o en Sorrento. (¡Urge ponerle atención a la enorme migración de hombres solos que viene de Haití a aumentar la prostitución y la promiscuidad en general. No es solo cuestión económica; ni racial, ni patriotera!).

Probablemente, la familia prototípica y los valores que tanto añoramos apenas existieron después de la Independencia, y más aún durante la Restauración, en el midifundio y el minifundio tabacaleros: la agro-industria del tabaco incorporaba y valorizaba económica y socialmente a la mujer (y a niños) y, de acuerdo a Bonó, creaba una fuerza democratizante en la sociedad dominicana. (Marx-Engels hubiesen dicho que ese desarrollo de las fuerzas productivas desarrolló un nuevo sistema de clases y una especie de proletariado rural).

Los acuerdos entre Iglesia y Estado fueron claves en difundir prototipos de familias posteriormente a la Independencia, durante la Restauración y algunos gobiernos conservadores, incluyendo importantemente la tiranía trujillista. Migraciones de canarios, cocolos, árabes, judíos y otras, juntas al desarrollo del azúcar, el café y el cacao, en décadas subsiguientes, aportaron significativamente. Posiblemente, el hogar dominicano y cristiano continúa “in fieri”, apenas un proyecto, que actualmente enfrenta grandes amenazas.