JESÚS FERIS IGLESIAS
Hace unos veinte años, estando en la ciudad de Miami, Florida, Estados Unidos, visitamos una tienda especializada en artículos náuticos y caminando por sus pasillos nos encontramos con el estante de venta de libros de navegación. Revisando los libros, hayamos uno con el titulo: Navegación por el Caribe partiendo desde Miami. Rápidamente lo tomamos en las manos y hojeándolo para leer sobre nuestro país, nos asombramos con el título dedicado a la República Dominicana; decía en mayúsculas: Warning, avoid the Dominican Republic.
Esto es, Precaución, evite la República Dominicana, y a seguidas explicaba el porqué de su recomendación: las cartas oficiales de navegación indican profundidades que no están acordes con la realidad; los faros están apagados la mayoría del tiempo; las luces auxiliares también están apagadas; no existen boyas que indiquen los bajíos y no existen los muertos para facilitar el anclaje, entre otras cosas negativas.
Nuestra primera reacción fue de indignación, pero al meditar lo escrito nos resignamos a aceptar la triste realidad de lo que decía, ya que sabíamos que era cierto por experiencia propia.
Unos diez años más tarde fuimos a llevar un velero de Bávaro a La Romana, junto a Francisco Xavier Mella, mejor conocido como Pichi Mella, unos de los pioneros del submarinismo de nuestro país, y cuando estábamos llegando a la punta sureste de la isla Saona, a eso de las 18:30 horas, el faro que está allí para señalar la punta de la isla, estaba apagado.
Hicimos el comentario del libro que habíamos leído hacía unos diez años y Pichi nos contestó: «Qué ilusos son ustedes; si no hay luz en la calle de El Conde, ¿como pretenden que haya luz aquí, en la punta más al sureste de la Saona?»
Hace dos semanas vinimos navegando por toda la costa sur de Puerto Rico y la isla Mona. Identificamos todos los faros, luces y boyas que señalan las cartas náuticas y el faro de la Mona, isla deshabitada, desapareció en el horizonte al seguir navegando hacia el país.
Eran las 23:30 horas al llegar a la distancia prudente para ver el mismo faro de la punta sureste de la Saona; desgraciadamente, el GPS que son las siglas en inglés de los satélites para dar posiciones globales, instrumento que indica con precisión casi exacta la posición de los barcos con relación al área en que están navegando, nos indicaba que estábamos entrando en la isla Saona, pero el faro nunca fue divisado debido a que estaba apagado. ¡Que lástima!, diez años más tarde de nuestra primera experiencia y veinte de haber leído aquel libro, y aún el faro no funciona, fue nuestra expresión. A seguidas alguien dijo, si esto es el faro, no esperemos que haya ninguna boya con luz de advertencia para señalar el bajo Caballo Blanco, un banco de arena y coral que se encuentra precisamente a dos millas al sur del referido faro. Desgraciadamente así fue.
No obstante, dijimos con mucho optimismo, no importa, veremos las luces de Mano Juan, el único poblado de la Saona y que muy cerca del mismo, también hay otro faro, que debe señalar la punta suroeste de la isla. Sin embargo, al parecer hubo un apagón de su generador eléctrico, pues ni una lucecita pudimos observar. Obviamente, tampoco funcionaba el faro del occidente.
Continuamos nuestra travesía a través del GPS y enfilamos hacia El Peñón, donde anclamos a pasar la madrugada, ya que llegamos a eso de las tres de la mañana.
El los últimos veinte años, el país ha tenido un crecimiento extraordinario como destino turístico en el Caribe que lo ha colocado como el número uno de toda la región para atraer el turismo de playa.
El esfuerzo ha sido loable y digno de admiración; sin embargo, si queremos seguir creciendo y continuar siendo punteros en la industria turística, debemos pensar en diversificar la misma y enfocar nuestros esfuerzos en el turismo que entra al país por el mar a través de veleros, lanchas, yates y otras embarcaciones. Además, debemos estar pensando en cómo proteger nuestros corales con la colocación de muertos, que en el argot náutico quiere decir anclas fijas unidas a una boya para que las embarcaciones se amarren sin la necesidad de tirar sus anclas, que destruyen los corales.
Actualmente se ha comenzado a construir Marinas en diversas áreas del país; en ese sentido queremos llamar la atención al sector privado que las está construyendo, para que junto con Autoridad Portuaria, Marina de Guerra, Secretaría de Estado de Medio Ambiente, Instituto Cartográfico y las demás instituciones que tienen que ver con el tema, comiencen a organizar las rutas marítimas de nuestro país como una oferta más de las bellezas que debemos explotar.