La violencia de género en el país es multifactorial, destacándose entre sus causas una enraizada cultura machista que aumenta con la dependencia económica de la mujer que tiene que someterte a maltratos y vejaciones que, en ocasiones, terminan en homicidio.
En lo que va de año, más de treinta mujeres han perdido la vida a consecuencia de las agresiones de esposos o compañeros sentimentales, actuales o pasados, dejando decenas de niños huérfanos de madre y en muchos casos, también de padres.
Aunque el tema es ampliamente debatido en el país, no hay una política coordinada entre los organismos que tienen que ver con la protección de la familia, la mujer y los niños dejándolos desamparados en el aspecto de la prevención.
Ante una situación tan grave, por todas las implicaciones y dolor que arrastran los feminicidios, ni siquiera una campaña de difusión por los medios escritos radiales y televisivos auspicia el Gobierno.
Siempre he insistido en la necesidad del uso de un lenguaje llano y sencillo en cualquier campaña que se diseñe al respecto, partiendo de la escasa escolaridad de los sectores donde se dan con mayor frecuencia las agresiones a las mujeres.
Por ejemplo la frase: “quien le pega o maltrata a una mujer, es un cobarde”, u otras similares, pueden tener a mediano plazo algún efecto junto a una educación de paz y respeto que debe iniciarse en los primeros años de enseñanza escolar.
Los efectos de una campaña en ese sentido, más el auspicio de mayores y mejores oportunidades de trabajo para las mujeres a fin de que puedan liberarse de la dependencia económica de sus compañeros, resulta impostergable en nuestra sociedad.