FESTIVAL MUSICAL SD tuvo una exitosa apertura

FESTIVAL MUSICAL SD tuvo una exitosa apertura

Las notas de nuestro glorioso Himno Nacional alcanzaron un matiz brillante, interpretadas por la formidable Orquesta del Festival Musical de Santo Domingo, dirigida por el maestro José Antonio Molina, dando así apertura a la XI edición de este gran evento.
El joven pianista Behzod Abduraimov hace su entrada y recibe una cordial bienvenida. De inmediato escuchamos un suave y memorable tañido del piano, inicia el Concierto No.2 en Do menor de Sergei Rachmaninov.
Se suele decir que no hay que ser un experto para disfrutar de la buena música, basta con que nos produzca alguna emoción, un placer intenso; pero definitivamente cuando conocemos una pieza, escuchada muchas veces, por ser “popular” dentro de ese cosmos exquisito que es la música clásica, sin duda la disfrutamos con mayor plenitud, es el caso de este espléndido concierto de Rachmaninov, estrenado por su autor el 27 de octubre de 1901 en Moscú, formando desde entonces parte del repertorio de los más afamados pianistas de todo el mundo.
En el maravilloso primer movimiento –Moderato- una serie de acordes va tomando fuerza para desembocar en un majestuoso tema expuesto por las cuerdas y el clarinete, luego el piano toma protagonismo, con un tema de gran vuelo melódico, que como un eco indeleble permanece en nuestra memoria.
Behzod Abduraimov, de Uzbekistan, posee inteligencia musical y muestra sus dotes virtuosísticas en este demandante concierto, pero además imprime pasión a su ejecución. El segundo movimiento –Adagio sostenuto- pletórico de melodías, se convierten en un diálogo, solista-orquesta, manteniendo un vibrante ritmo, elemento imprescindible en Rachmaninov.
La gran Orquesta por momentos cubre el sonido del piano, que se hace apenas perceptible.
El final –Allegro scherzando- es un movimiento de brillo y grandes recursos rítmicos, que permite de nuevo el lucimiento del solista. Molina con acierto logra conciliar las partes permitiendo finalmente el diálogo fluido.
El público puesto de pié tributa una calurosa ovación al joven pianista en la sala.
En la segunda parte del programa fue interpretada la Sinfonía No.1 en Do menor, de Johannes Brahms. Hablar de música, relatar un concierto, transmitir las emociones vividas, ese instante que nos sobrecogió y al mismo tiempo darnos cuenta que a otros no les produjo el mismo efecto, es difícil; algunos sostienen que “la música empieza y acaba en sí misma”, llegándose a la conclusión sobre la subjetividad del arte, lo que no significa que por ello, se obvien los detalles que incidan o no en la perfecta ejecución de la pieza musical.
A diferencia del concierto de Rachmaninov, la Primera Sinfonía de Brahms, considerada por críticos como la décima de Beethoven, no es tan “popular”, por así decirlo, al no haber sido programada con frecuencia en nuestras temporadas sinfónicas, por lo que la referencia musical es un tanto lejana para un gran público que ama la música pero que no es un experto, no así para aquellos melómanos, grandes conocedores, músicos en particular, para los que esta Sinfonía es una obra monumental y así es, su grandiosidad rápidamente conquista al oyente, quedando envuelto por siempre, en su mágica sonoridad.
La lenta introducción, fuertemente cromática, seduce con sus bellos colores orquestales, sus pizzicatos recurrentes y la llamada del corno.
El Allegro presenta dos temas principales; el Andante sostenuto consta de tres partes de gran riqueza rítmica.
El Allegretto es un intermedio encantador a modo de Scherzo y el final compuesto de tres elementos sucesivos, un Adagio, un Andante con un bellísimo canto de la trompa, y el Allegretto grandioso con pinceladas que remiten a la “Oda de la Alegría”.
Cada movimiento perfectamente pautado, es transmitido en toda su grandeza por la magnífica Orquesta del Festival, conducida cual “joyel de oro por un buril genial”: el gran maestro dominicano José Antonio Molina.

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