Fiebre hemorrágica del Ébola

Fiebre hemorrágica del Ébola

Por ser tan viejo como el rascar y tan apropiado para la ocasión extraigo de mi baúl de los recuerdos aquel adagio que reza de la siguiente manera: “Guerra avisada/ no mata soldado/ y si lo mata/ es por descuidado”. La Organización Mundial de la Salud ha expresado la necesidad de tomar drásticas medidas sanitarias para detener la epidemia de Ébola, seria enfermedad que con diabólica fuerza de huracán se extiende abarcando el norte y oeste del continente africano. A comienzo de la primera semana de julio de 2014 se habían contabilizado 467 muertes y 759 casos confirmados de esta afección viral hemorrágica que tiene una letalidad de alrededor de un noventa por ciento.

El engañoso mal se presenta esta vez con el camuflaje sintomático de fiebre, vómitos y severa diarrea, pero sin el fenómeno hemorrágico, logrando así un tardío diagnóstico, lo cual ha permitido su extensión en los cascos urbanos del África occidental. Como muy bien nos advirtiera Terencio: “Nada humano me es ajeno”, recordemos que cuando veamos que están rasurándole las barbas al vecino lo mejor fuera que pusiéramos las nuestras en remojo. Un viaje por avión, o un zarpazo por el Atlántico conectan en un relativamente corto tiempo nuestro continente americano con el vecino afectado.

Debemos estar muy atentos a las informaciones que emanan de las zonas afectadas, para tomar las pertinentes medidas preventivas de lugar a fin de evitar este mal de consecuencias fatales. Recordemos que fue en 1976 cuando se registró el primer brote epidémico en las aldeas ubicadas en las márgenes del río Ébola perteneciente a la hoy República Democrática del Congo.

El mal se transmite por medio del contacto directo con la saliva, vómitos, sangre, sudor u orina de un paciente por lo que todo el personal de salud, entiéndase enfermeras, médicos, tecnólogos, así como familiares o amistades son potenciales víctimas mortales.

Amerita que se distribuya información orientadora oportuna a la población para que, tal cual hacemos durante la temporada ciclónica estemos pendientes, a fin de no ser sorprendidos asando batatas. Consciente estamos de los esfuerzos que viene realizando el Ministerio de Salud para ponerle coto a la epidemia de Chikungunya, nueva virosis de gran morbilidad aunque de baja mortalidad; sin embargo, no debemos permitirle que actúe como una cortina de humo que nos impida ver el otro mal que llevaría a la tumba a casi todo el que ataca. Al igual que la Chikungunya, para el Ébola aún no contamos con vacuna ni terapia específica; el aislamiento obligado del enfermo diagnosticado es la primera medida efectiva para evitar el contagio y propagación a los demás. Un alto índice de sospecha logra separar al afectado del resto de la población sana.

El desarrollo de los síntomas aparece unos cinco a doce días después del contacto con la fuente infectante. Se piensa que el reservorio natural del virus en el Congo está en algunas especies de murciélagos. No olvidemos que malsanos cerebros pudieran hacer del germen una arma biológica, tal cual otrora se hiciera con la energía atómica.

En materia de Salud Pública preparémonos para lo peor y después alegrémonos de que haya sucedido lo mejor.

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