Flores, frutas y oraciones

Flores, frutas y oraciones

El tiempo cual tren en su inexorable ruta hacia el futuro, transita hacia delante, repleto de regalos sorpresa para cada uno de los viajeros. Montado en el vagón de servicio, ascendí al segundo nivel de la investigación, hasta alcanzar la escalinata del tercer piso donde impartimos la docencia. Fue desde esa altura, en donde ayudado por la memoria histórica, notamos la grata presencia de dos exalumnos decenarios sentados entre el público asistente. Lucían como en su primer año académico, disciplinadamente esperando la conclusión del ejercicio científico. No fue hasta ese momento que nos hicimos consciente de haber rebasado la edad de Cristo, treinta y seis años para ser exacto, formando patólogos en la República Dominicana. La doctora Miguelina Arias y su homólogo doctor Félix Padilla se habrían autoescogido para simbolizar el centenar y algo de anatomo patólogos que hemos moldeado para el país. Llegaron donde el maestro, cargados de bellas flores y ricas frutas que sorpresivamente colocaron sobre la mesa del microscopio. El momento más emocionante se alcanzaría cuando la pareja aunó sus manos a las del veterano guía, elevando una sublime plegaria en pro de la salud del maestro.
Siguió el ferrocarril su rumbo al porvenir y no fue hasta el final de la tarde cuando hizo su próxima parada sorpresa, esta vez en el gran salón de un moderno hotel capitalino. Festejábamos la investidura de nuevos especialistas médicos de nuestro glorioso y septuagenario hospital Dr. Francisco E. Moscoso Puello. Aportábamos la cuota de seis nuevos patólogos. Cuando nos tocó decir las palabras finales en el brindis de cierre de la graduación, notamos que éramos de los maestros presentes y oriundo de ese legendario centro asistencial, el de más edad. Una de las egresadas hubo de expresarme: “Por medio de estas líneas agradezco sinceramente todas sus enseñanzas y consejos, siento que en estos 4 años he crecido no solo en el ámbito profesional sino también como persona y como ente social, y gran parte de este progreso es por usted. Usted además de explicar, enseña con el ejemplo y nos reta a superarnos.
Gracias también por esas palabras de reconocimiento que me ha expresado, las cuales son un aliento y estímulo. Espero que Dios le otorgue muchos años más en salud, para que pueda seguir ayudando a más jóvenes y aportando a la sociedad. Cariñosamente su alumna”.
Al día siguiente mientras hacíamos fila para el retiro de ahorros bancarios, depurados de las obligaciones fiscales estatales y destinados para enfrentar nuestro catastrófico mal, se nos acercó una desconocida y muy decente joven señora para preguntarnos nuestro nombre completo. Luego pidió la fecha en que estaba programada la intervención quirúrgica. A seguidas nos dijo que ese día los miembros de su congregación religiosa se unirían en oración para rogar por la completa recuperación de nuestra salud. Admito que me vi obligado a recurrir a una forzada sonrisa para evitar que un bochornoso mar de lágrimas llenara mis ojos. Sobreviví en parte al golpe emocional y sentí una enorme satisfacción al descubrir el preciado tesoro que he acumulado en el seno de la gran parte sana que aún conserva la República Dominicana.

¡Cuántos regalos me ha ido dejando el tren de la vida! Las gracias eternas a mis maestros: Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón, José Martí, Eugenio María de Hostos, Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch.

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