Forense: de explosiones, incendios y otros demonios

Forense: de explosiones, incendios y otros demonios

Desde mi temprana niñez he venido escuchando con frecuencia este popular adagio: El dominicano solamente compra candado después que lehan robado. Habiendo vivido la experiencia como regidor del Distrito Nacional, en representación del Partido de la Liberación Dominicana, durante el cuatrienio 1986-1990, fui testigo de la enorme cantidad de solicitudes de autorizaciones para la instalación de estaciones decombustibles en la ciudad capital. Siempre advertimos de los peligrosque presentaban esas bombas de tiempo dentro del área urbana y en lugares muy poblados. Un paseo por el gran Santo Domingo en el año 2018 nos indica como se ha multiplicado el potencial de desastre en los distintos barrios de la capital. La estruendosa explosión seguida de un gran incendio, acaecida en el sector de Villas Agrícolas alrededor del mediodía del pasado miércoles 5 de diciembre de 2018 enel momento en que un tanquero de gas descargaba combustible en la fábrica de plásticos Polyplas es otro ejemplo del constante peligro en el transporte y distribución de los combustibles. Si no es la virgen de la Altagracia, o de las Mercedes, u otro santo milagroso, debe haber algo muy poderoso que nos protege de una tremenda desgracia de incalculables consecuencias.
Si de algo ha servido la tragedia de Villas Agrícolas diríamos que es para enrostrarnos lo poco desarrollados y pobres que estamos en el ámbito de la Patología Forense Dominicana. Ante la magnitud de la explosión y tomando en consideración la zona en que aconteció la tragedia, ¿en dónde se encontraban en ese momento los equipos de médicos, odontólogos y técnicos forenses indispensables para el levantamiento e identificación de las víctimas mortales de la catástrofe? La remoción de los escombros sin la presencia activa de los expertos en medicina forense es algo imperdonable. Ojalá que mañana no veamos a familiares desesperados, en la búsqueda inútil de un ser querido desaparecido, sin rastro alguno que permita de una manera científica demostrar la presencia de sus restos, simplemente porque no se tuvo el cuidado de inspeccionar los escombros in situ, para descartar la existencia de restos humanos en los materiales removidos.
La República Dominicana es un país cargado de contrastes: el día más claro nos llueve, un joven o una chica del pueblo exhibe la última versión de un teléfono inteligente, un ingeniero trabaja como taxista, mientras que un abogado repara puertas y ventanas. De ahí que a nadie debe extrañarle que tengamos médicos forenses desempleados, mientras que faltan esos peritos en la escena de una tragedia humana. Algo anda mal en nuestro sistema social; algunos no solamente se niegan a verlo, sino que consumen sus energías tratando de convencernos de lo bien que estamos, pues entienden que solo se trata de un simple asunto de percepción; aunque andemos en harapos, somos ricos. Debemos mejorar las atenciones medico legales dominicanas en el amplio sentido de la expresión. No contamos con un moderno y amplio centro de acopio de cadáveres para situaciones de desastres aéreos, naturales o de guerra. No esperemos a que sucedan muchas y grandes tragedias antes de que surja la voluntad política para que los poderes judicial, legislativo y ejecutivo se pongan de acuerdo y se asignen los recursos apropiados para dotar al país de la infraestructura requerida.
Seguirá siendo cierto eso de que “El dominicano solamente compracandado después de que le roban”.

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