Frente a un incierto futuro

Frente a un incierto futuro

Las incertidumbres, por las tantas distorsiones de los valores cívicos y morales de los dominicanos, podrían estar mezcladas con el embrión de un nuevo sentir de responsabilidad hacia el destino criollo, marcado siempre por una adversidad ancestral que nos persigue.
Hay intentos en una vaga sensación de sacudimiento desde cuando hace algunos años todo lo considerábamos perdido, ahora se va gestando en un segmento de las nuevas generaciones una necesidad de recapacitar y enderezar los senderos cívicos con el fin de evitar un descalabro mayúsculo a la dominicanidad.
La invasión haitiana ha ido en crecimiento en los últimos meses, bajo la actitud simpática, vacilante y hasta temerosa de las autoridades, pero otros sectores toman conciencia de sus deberes ciudadanos. Poco a poco van consolidando sus acciones de impulsar el desarrollo nacional. Y es la única forma de enfrentar el predecible colapso de soberanía si nos dejamos arropar por la nacionalidad vecina cuya única esperanza de supervivencia es la ocupación del territorio oriental de la isla.
La habilidad de impulsar el desmadre del civismo dominicano, y la incertidumbre de su futuro, viene a cuento por la forma tan inteligente de grupos políticos que han sabido distorsionar por completo las prioridades nacionales. Y es que la han llevado a un punto en que la meta es buscar las ventajas a la mayor brevedad. No importan las consecuencias futuras hasta de verse de frente al estrado de un tribunal acusado de actos dolosos en sus negocios. O en el desempeño de cargos públicos.
Haber logrado modificar los valores de la conciencia dominicana, en tan poco tiempo del siglo XXI, ha sido una labor de un grupo muy inteligente. Y por igual por el buen adoctrinamiento de gentes que sabe lo que busca al dirigir la reorientación del comportamiento para hacerlos modificar sus metas y objetivos vitales en la vida. Todo para encauzarlos por senderos nuevos de una vida distinta a la naturaleza típica de los dominicanos y sumergiéndolos en la vorágine de un pensamiento sibarita, agresivo y egoísta.
La estrategia de orquestar un programa de acomodamiento de las conductas de la ciudadanía, para aplicarse a una población completa, conlleva esfuerzos y bien encaminados programas de convencimiento. De manera que rápidamente se empañan los valores originales y vigentes que una vez le dieron consistencia y orgullo a la nacionalidad. Esta como veleta siempre ha caminado buscando su rumbo. O buscando el que mejor nos narigonee como ocurrió durante la dictadura de Trujillo.
Pero ahora un grupo político agresivo, inteligente y con agallas, que en el 2000 salieron arrepentidos del poder por no haber tenido tiempo de enseñar sus malicias. Al volver al poder las enseñaron con un impulso arrollador y sin freno a partir del 2004. Se han convertido en un baluarte consolidado en el poder, pese a un agrietamiento interno de ambiciones y personalidades en conflicto que alterarían sus metas de continuidad al frente del poder.
El volumen de recursos, que han amasado sus más conspicuos dirigentes, es de tal magnitud, que sus opositores no pueden competir. Además tienen un nivel de organización y disciplina excelentes que deja muy mal parados a sus opositores, que por lo general, trabajan con la improvisación y el inmediatismo sin una estrategia de poder. No poseen fuerza de convencimiento. Tan solo el agresivo lenguaje izquierdista de los años 70 para querer agitar y arrasar con todo lo establecido. Ellos creen que así logran un apoyo en base al temor que irradian sus acciones.
Entonces, la otra cara de la moneda, es que se han cambiado los criterios del civismo y de la moral para ofertar y convencer para una conducta del disfrute pleno del buen vivir. Las nuevas generaciones ya no creen en el trabajo arduo y perseverante. Ahora todo debe ser de inmediato para el disfrute. Hasta lo que se invierte en cualquier empresa debe dar dividendos en corto plazo. Ya no se esperan los años para obtener dividendos lícitos ya que todo debe ser ahora.
No en vano es que el incremento desbocado de la delincuencia se haya elevado a niveles arrolladores en que segmentos de las nuevas generaciones se han enrolado para hacer miserable la vida de quienes quisieran vivir en paz y seguridad. Y ellos logran el deleite de cercenar vidas, y con el comercio de las drogas, establecen nuevos valores sociales que se manifiestan en los barrios populares con la opulencia de unos nuevos ricos bañados en sangre.

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