Funeral de las librerías: suicidio del libro

Funeral de las librerías: suicidio del libro

Psiquiatra Jose Miguel Gomez

Cuando un pueblo deja de respirar la cultura, entra en un abandono espiritual. La pobreza espiritual es más grande y de mayor impacto que la material. Con la material se logra el goce, la vanidad, el placer y la conquista del confort y el narcisismo. Con la espiritual, se conquista la felicidad, se logra el sentido de vida y las razones existenciales. Partiendo de que el hombre es el único ser vivo capaz de cuestionarse la razón de su existencia.

Siempre hemos sido pobres, pero ahora nos anuncian que viviremos en un desierto espiritual, debido al funeral anunciado del cierre de más de diez librerías. Cuando desaparecen las librerías, se suicidan los libros, se empobrecen las personas y la sociedad se convierte en liviana, trivial, banal y de pobre contenido existencial. Las librerías son remedios para la soledad, para socializar la vida, la amistad, los afectos, los vínculos y el altruismo social. Allí, se educan personas, se crece y se acelera la maduración y la sanidad mental; Además, se convierten en factores protectores. Como vivimos sin capacidad de asombro presenciamos el funeral de Thesaurus y nadie dijo nada; ahora se anuncia el cierre de MATECA, agoniza Avance; las librerías Luna y la histórica Trinitaria están en S.O.S: la última respira, por la vida simple y obsesiva de su propietaria Doña Virtudes Uribe.

La Filantrópica y Nuevo Horizonte. al igual que las demás, no pueden cubrir costos: energía cara, impuestos, local, competencia de farmacias, supermercados, Internet, colegios, y la anemia de una sociedad mediática que existe para el dinero, la belleza y el placer. ¿Qué pobre país? Matamos el espíritu, la educación, las tertulias, las reflexiones, los espacios para contextualizar y para discutir las ideas, valores y vivencias, en un espacio seguro y humano como es la librería. Una sociedad que estimula las bancas de apuestas, el Licor store, el colmandón, la prostitución, el sexo y el consumo, basado en la cultura impositiva y recaudadora. ¡Qué pobre país! Se subsidia el tigueraje, a grupos de notables, se mantienen ONG personalizadas y se pagan becas a vivos para pagar favores y cobrar placeres. Qué es un pueblo sin historia de librería. Qué se respira en un barrio donde nadie se peina con el libro, ni lo tiene de almohada, ni lo vive como una respuesta a futuro para graduarse de ser persona.

¡Qué pobre país¡ alimentamos lo visual, apostamos al mercado, a la prisa y al relativismo de una sociedad sin consecuencia. Mientras que otras sociedades mantienen sus bibliotecas municipales, en los Metros y autobuses regalan y presentan revistas y novelas cortas para que las personas lean, se cultiven, crezcan y fortalezcan la existencia y el espíritu. Aquí la vida es otra. El funeral de las librerías y la desaparición del libro empobrecen y pone el espíritu social de rodillas. Si alguien puede avisar a Cultura, al Gobierno, a los bancos, a los senadores, diputados y síndicos, que les hablen de este funeral anunciado.

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