En julio del año pasado, 13 comandantes del ejército y ejecutivos de tecnología de Estados Unidos se reunieron en el puesto avanzado de Silicon Valley en el Pentágono, a dos millas (3.2 kilómetros) de la sede central de Google.
Fue la segunda reunión de un consejo creado en 2016 para asesorar al ejército sobre formas de aplicar la tecnología al campo de batalla. Milo Medin, vicepresidente de Google, derivó la conversación al uso de inteligencia artificial en los juegos de guerra.
Eric Schmidt, exjefe de Google, propuso usar esa táctica para trazar estrategias para enfrentamientos con China dentro de los próximos 20 años.
Unos meses más tarde, el Departamento de Defensa contrató a la división de servicios en la nube de Google para trabajar en el Proyecto Maven, un esfuerzo arrollador para mejorar sus drones de vigilancia con tecnología que ayuda a las máquinas a pensar y ver.
El pacto podría generar millones en ingresos para el gigante de Internet de Alphabet. Pero dentro de una compañía cuyos empleados reflejan en gran medida las sensibilidades liberales del Área de la Bahía de San Francisco, el contrato es tan popular como el presidente Donald Trump.
Desde 2010, cuando Google se retiró de China después de enfrentarse con los censores del Estado, no se registraba un problema que agitara tanto a sus bases. Casi 4 mil empleados de Google, de un total de 85 mil de Alphabet, firmaron una carta pidiendo al máximo ejecutivo de Google, Sundar Pichai, que cancelara el contrato del Proyecto Maven y detuviera todo el trabajo en «el negocio de la guerra».
La petición cita la historia de Google de evitar el trabajo militar y su famoso eslogan «no hacer el mal». Uno de los laboratorios de investigación de IA de Alphabet incluso se ha distanciado del proyecto.
Los empleados que se oponen al acuerdo lo ven como un vínculo inaceptable con una administración de Estados Unidos a la que muchos se oponen y un inquietante primer paso hacia las máquinas para matar autónomas. Cerca de una docena de empleados están renunciando en protesta por la sostenida participación de la compañía en Maven, informó el lunes pasado Gizmodo.
Las repercusiones internas, que coinciden con una protesta más general sobre cómo Silicon Valley usa los datos y la tecnología, han llevado a Pichai a actuar.
Él y sus lugartenientes están redactando principios éticos para guiar el despliegue de la poderosa tecnología de inteligencia artificial de Google, según personas con conocimiento de los planes.
Eso dará forma a su trabajo futuro. Google es una de varias compañías que compiten por un contrato de servicios en la nube con el Pentágono por un valor de al menos 10 mil millones.
Un portavoz de Google declinó decir si eso ha cambiado a la luz de los conflictos internos por el trabajo militar.
El desafío de Pichai es encontrar una forma de compatibilizar las raíces más conciliadoras de Google con su futuro.