Hablar al pueblo es un trabajo

Hablar al pueblo es un trabajo

El no hablar para la prensa, el no elaborar conceptos sobre diversos temas de interés general incluyendo aquellos que encierran importancia crucial para la sociedad que necesita escuchar las voces de los dirigentes y el poder, genera un desconcertante vacío entre gobernantes y gobernados. Implica un desprecio a La Palabra, ocurriendo que en este extraño país los liderazgos de mucho peso prefieren abstenerse de usarla como lo que es: La Palabra es un instrumento por excelencia para la vinculación efectiva entre componentes de una colectividad. Digna de un espléndido uso para liderar con efectividad a una nación o a buena parte de ella. Para respaldar con ideas a los hechos que se llevan a cabo. Para mostrar con fuerza y claridad los argumentos que guían intenciones.
Sin la conexión verbal constante con quienes gobiernan, las ideas erradas pueden ganar terreno en el imaginario social a menos que se prefiera callar porque el silencio tiende a apagar los debates y a inmovilizar creencias en el imaginario social. Y hasta suponerse que el vacío de conceptos oficiales funciona como balde de agua sobre el calor de los problemas nacionales, aspirándose a que el silencio les reste importancia. Dígase lo que se diga, hablar, sobre todo a la prensa, debe constituir una de las formas de trabajar de cualquier Presidente. Y de hecho es la interrelación entre los mandatarios y sus pueblos a nivel mundial. En este país se da una penosa excepción.

Corte aceptable para todos

El Tribunal Superior Electoral, por lo que es, y por las señales que a veces da el actual de pretender dirigir procesos y ser determinante desde lo contencioso, tiene que caracterizarse por una absoluta independencia y desvinculación partidaria. Que ninguna decisión suya enrarezca el panorama electoral. La propuesta del dirigente de la Fuerza Nacional Progresista, Vinicio Castillo Semán, de que esa corte sea producto de un consenso merece pleno respaldo. Es indispensable, definitivamente. El consenso distribuiría entre partidos y sociedad civil un rol decisivo para escoger a los nuevos miembros. Nada puede resultar más democrático, generador de confianza y fortalecedor de la institucionalidad asociada a comicios, que colocar en el Tribunal Superior Electoral a personas que, una por una, despoje de todo motivo de suspicacia al sistema partidario.

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