En la República Dominicana se han producido grandes inundaciones, lluvias durante semanas que han generado daños cuantiosos en calles, carreteras y puentes; han habido daños en viviendas de personas que residen en zonas vulnerables; se han perdido grandes cosechas. Especialmente, en la zona norte y en Puerto Plata, la tempestad que desbordó los ríos, la inclemencia del tiempo, ha generado pérdidas significativas en toda esa región.
La palabra de Dios nos habla de cómo un grupo de pecadores andaban con Jesús en la barca. Y mientras andaban en el mar, él se durmió, y se desató una tempestad de viento en el lago, y se anegaban y peligraban. (Lucas 8:22-25). En otras palabras, el agua comenzó a entrar en la barca. Igualmente, hoy día en el país miles de familias fueron evacuadas, y quedaron sin lugar adónde dormir. Es como si la ira de Dios se hubiera levantado; como si el Señor se sintiera indignado, y en especial por el comportamiento de las autoridades locales, de su liderazgo político, social y hasta espiritual en Puerto Plata.
Y la gente de la barca fueron adonde Jesús: Maestro, maestro! Que perecemos! Y los discípulos, reconociendo que podían morir, se humillaron; cuando ya sus esperanzas estaban a punto de terminar, acudieron al único que podía ayudarles: a Jesucristo. Y lo hicieron bien. Cuenta la Biblia que Jesús reprendió el viento y las olas, y se hizo la bonanza. (Lucas 8:24).
La República Dominicana también necesita una bonanza; hay que tocar la puerta del corazón de Dios, mediante el arrepentimiento; para que el Señor detenga sus juicios sobre la nación. Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. (Santiago 5:17). Dios tiene control de los tiempos y la naturaleza. Pero le agrada que se haga su voluntad, que andemos en sus caminos.
Hay que tocar la puerta del corazón de Dios. Y la humillación y el arrepentimiento es lo que mueve al Señor. Y luego hay que pedir la cooperación de naciones y organismos internacionales, y disponer que las misiones diplomáticas acreditadas en el exterior comiencen a tocar puertas; que soliciten ayudas para reparar los daños ocasionados por el mal tiempo en el país. Aunque se quiera, es difícil rascarse con sus propias uñas.
Así, pues, busquemos primero de Dios, de su Palabra, cuando nos dice: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7:7).