Historia, mito y política en Latinoamérica

<p>Historia, mito y política en Latinoamérica</p>

REYNALDO R. ESPINAL
Igual que se han dedicado magníficos estudios a estudiar el “boom” y el realismo mágico latinoamericano, bien sería necesario dedicar otros estudios a desentrañar la falsificación política de la historia, campo en el que, no menos que en la literatura, se han desdibujado y se desdibujan con no poca frecuencia, las fronteras entre lo real y lo imaginario.

De ello podrían darse innúmeros ejemplos. Uno de ellos, sin embargo, por emblemático e ilustrativo, lo constituye, a mi entender, la invocación interesada de la figura de Simón Bolívar. De su nombre, como bien recordó en su momento el historiador Carlos Rangel, se apoderó, cuando le convino, el dictador Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), cuya divisa precisamente, era una frase del “Libertador”: “…el mejor gobierno es el que produce la mayor suma de seguridad social, la mayor suma de felicidad posible…”.

Ello no fue óbice, cabe decir, para que al mismo tiempo que hacía este uso retórico de la figura de Bolívar, Pérez Jiménez se dedicara encarnizadamente a coartar las libertades individuales y a sembrar el terror en nombre del orden y la paz de cementerio. Todo en nombre de Bolívar.

Interpretaciones políticas interesadas de hoy pretenden presentar a Bolívar como el inspirador de la oposición imperialista. Desde luego no es lo mismo ser antiimperialista que ser antinorteamericano. En honor a la verdad histórica el antinorteamericanismo de Bolívar podría justificarse con expresiones como aquellas en las que Bolívar afirmaba: “…pienso que mejor sería (para Hispanoamérica) adoptar el Corán (como código de gobierno) que el gobierno de los Estados Unidos…”

Si un político interesado se agarra de esta expresión, descontextualizada, bien podría utilizarla para justificar que Bolívar era antinortemericano. ¿Implica ello, sin embargo, que Bolívar era antiimperialista o que entendió viable para llevar a cabo su proyecto político permanecer al margen de cualquier adhesión imperial? Un historiador responsable no podría afirmarlo.

Y ello así, por que entonces habría que negar que Bolívar negoció con los ingleses, que desde la “Carta de Jamaica” quiere demostrarles que su proyecto nada tiene que ver con los llaneros, como habría que negar que en marzo de 1825 escribió a su Vicepresidente Santander “…nuestra (América) no puede subsistir si no la toma bajo su protección la Inglaterra…”

Muchos otros ejemplos podrían citarse, pero para muestra un botón. Ello es suficiente para dejar constancia de que existe siempre el riesgo de que la historia pueda ser falsificada por discursos políticos interesados y sesgados. De ahí la enorme responsabilidad de quien enseña historia y de quien se dedica a su cultivo.

Recuerdo a este respecto un comentario de Eric Hobsbawn a raíz de la persecución de la más grande Historiadora Medievalista de la India: Romila Tapiar. La persecución de ésta se produjo por afirmar que hubo un tiempo en la historia de la India en que la Vaca no era sagrada. Ello desató la ira del régimen político de turno, lo que provocó en el gran historiador inglés la siguiente afirmación “…la sacralidad de la vaca es un hecho histórico pero no un hecho eterno…”

Uno de los mitos políticos más prolíficos de nuestra América Latina ha sido sin duda el del “caudillo”. Ya sea que se le llame “hombre nuevo”, “gendarme necesario” o “la Virgen de Altagracia con la barba de chivo”. Es lo mismo. La creencia ingenua de que en un hombre, considerado “predestinado”, se encuentra la solución y la panacea eficaz y definitiva de todas nuestras desventuras.

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