Histórico concierto abre Temporada Sinfónica

Histórico concierto abre Temporada Sinfónica

El público, puesto de pie en actitud reverente, escucha las notas gloriosas de nuestro Himno Nacional, que dan apertura a la Temporada Sinfónica 2016.

Calificar un evento como histórico, en este caso un concierto, es valorar con objetividad cada uno de los elementos que confluyen y que le dan trascendencia por su excelencia. La calidad de la música producida por una orquesta cohesionada sería el primer elemento, lo que a su vez sólo es posible si cuenta con un cuerpo de músicos profesionales; otro elemento fundamental es la categoría del solista invitado, y por supuesto el equilibrio del programa escogido; pero los elementos son partes de un todo, que solo es logrado por el ente unificador, que no es otro que el director, capaz de lograr con conocimiento pleno de cada obra, la “belleza del Todo”.

El director de nuestra Sinfónica, José Antonio Molina, en este concierto se ha superado a sí mismo, siendo capaz de comunicar sus pasiones con planos sonoros pletóricos de matices, y en un alarde de genialidad, dirigir todas las obras de memoria, justo desde donde el concepto sale digerido.

El concierto inició con la obertura “Coriolano”, de Ludwig Van Beethoven, inspirada en el drama homónimo del dramaturgo austríaco Heinrich Joseph Von Collin, en que narra la historia del general romano, Cayo Marcio Coriolano. Las cuerdas dan inicio al tumultuoso tema inicial –la determinación de Coriolano de invadir a Roma– luego, un segundo tema contrastante, suave y tierno, nos remite al ruego de su madre para que se detenga en su intento. El dualismo de los temas concluye con el renunciamiento del líder. Tras un breve silencio, se crea la tensión; luego se escuchan los débiles sonidos de las cuerdas en pizzicato, es el final… el héroe vencido por su destino. La orquesta logra con precisión crear la atmósfera apropiada de cada tema.

El momento más esperado de la noche era la participación del pianista Vadyn Kholodenko, quien interpretaría el Concierto No. 2 en Do menor, para piano y orquesta de Sergei Rchmaninov. Kholodenko ya había presentado credenciales en nuestro país el año pasado, en la Gala de ganadores del Concurso Van Cliburn, dirigido por el maestro Molina. Sin duda la relación previa, solista-director produjo una simbiosis formidable.

Los acordes extraordinarios del piano al inicio del primer tiempo –Moderato– va aumentando en fuerza y suspenso, para llegar a un majestuoso tema de gran belleza melódica, que exponen las cuerdas y se convierte en leitmotiv. El segundo tema es una larga melodía de hondo contenido emotivo. El Adagio sostenuto está lleno de melodías de gran belleza en las que el piano cobra protagonismo. El tercer movimiento –Allegro scherzando– es un movimiento de brillo, y cautivante sonoridad, el diálogo entre orquesta y piano es fascinante. El tema recurrente nos envuelve una y otra vez y se convierte en mágico embeleso. Vadyn muestra de nuevo su calidad de intérprete, en el que se conjugan la pasión, la sensibilidad y el virtuosismo.

Los insistentes aplausos del público llevan al pianista a un “encoré” sobrecogedor, “Canción de cuna” –Berceuce– de Frederik Chopin, una breve y sencilla pieza de simple armonía, que justo en sus manos, adquiere una dimensión emotiva extraordinaria.

El concierto cierra con la Sinfonía No. 7 en Re menor, del compositor checo Antonin Dvorák, uno de los más destacados del llamado nacionalismo musical. Con esta sinfonía la orquesta cobra un brillo extraordinario. Considerada emocionalmente turbulenta, es la más romántica del compositor, cuyos materiales armónicos y rítmicos, son tomados del folclore bohemio. Compuesta de cuatro movimientos, el primero Allegro es en forma de sonata. En el segundo movimiento, Adagio de gran riqueza melódica, los pizzicatos de los violines aportan un aire de misterio.

La delicadeza del clarinete junto a los fagots y el oboe manifiestan un estado de melancolía. El tercer movimiento, Scherzo vivace, introduce una alegre melodía, la multiplicidad rítmica proviene de la “furiant”, danza bohemia de ritmos cruzados. El Finale allegro presenta una épica marcha.

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