Homenaje al servidor público

Homenaje al servidor público

Existen momentos en la vida del ser humano que se graban en la mente como memoria indeleble y que perduran en el alma hasta la muerte. Uno de esos instantes se registró la mañana del último día de enero del 2014. Ocurrió en la explanada de la sede central de Salud Pública. Allí fuimos convocados un selecto grupo de empleados y funcionarios al acto de reconocimiento a “Servidores Meritorios”, por parte de los Ministerios de Salud Pública y Administración Pública. Fui honrado además con el privilegio de pronunciar las palabras de agradecimiento en nombre de las personas galardonadas. Tras la lectura del pergamino recibido quedaba en evidencia que la mitad de mi existencia se había consumido como servidor del Estado Dominicano. Arranqué recordando a José Martí, quien a finales del siglo XIX nos enseñaba que “Honrar honra”. Para mis adentras tenía presente aquella otra expresión del apóstol cubano, quien en señal de humildad arengaba: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Me había precedido en la tribuna el compañero Ramón Ventura Camejo, cuyo anecdotario contiene vivencias de nuestras andanzas en tareas políticas por la Línea Noroeste, años antes de que el Partido de la Liberación Dominicana se estrenara en el ejercicio del Poder. Comenté la parte final del lema de nuestra organización “…para servir al pueblo”. Recordaba cómo nuestro guía, Juan Bosch, recalcaba siempre: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Hablamos de la honda satisfacción que genera emplearse a fondo con entusiasmo y amor asistiendo a la gente que necesita ayuda. Hacíamos referencia al libro que contiene las memorias del ex secretario de Defensa norteamericano Robert Gates, que narra haber visitado un soldado seriamente lesionado en la guerra de Iraq, y que ese hombre del ejército le expresó su satisfacción por haber visto consumado su gran y último sueño: que un representante de alto nivel del gobierno se apersonara al teatro de la guerra y le diera las gracias por el servicio prestado. La mayoría de quienes sirven en la administración del tren estatal es gente humilde que labora con abnegación y empeño. No vive del soborno y el desfalco, tampoco es ociosa, ni absentista, ni oportunista; se trata de individuos dedicados a la bella y hermosa labor de trabajar por los demás, teniendo como gran recompensa haber llenado en la práctica el legado cristiano de amar al prójimo como a uno mismo. Hoy no tenemos riquezas materiales que ostentar; ni yates, ni fincas, ni casas veraniegas, ni carros de lujo, ni tampoco prendas caras que exhibir. Del polvo vinimos y en eso habremos de convertirnos. Como ente social dejamos ese legado de servicio para que otras generaciones sepan que se puede vivir trabajando honestamente, luchando con y por los demás, buscando el bienestar común, la salud física, mental y ambiental. Se puede ser feliz en compañía del decoro, la sencillez y el amor.

Gracias país, por permitirnos seguir sirviéndole hasta el último aliento de vida.

 

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