Hoy es el día del jazz

Hoy es el día del jazz

 QUE A LA DIESTRA DE SAN CHARLIE PARKER TE VEAS  BAJO EL MANTO DE LA MADONNA FITZGERALD, DOMINE, DOMINE

«El jazz es una palabra blanca para definir a la gente negra. Mi música es música clásica negra».  Nina Simone. (1933-2003), cantante, pianista de jazz y blues.

A : Norberto James Rawling.
No habrá Miserere posible, para tanta ignominia y brutalidad, solo por un canto, solo por un canto. En el principio fueron las cadenas, con el tiempo fue la música.
Cuando el jazz nacía, no había Domine, Domine ni la larga voluta de incienso para perfumar las almas en la búsqueda de santidad.
Entre sangre, olvido y el látigo, una armonía de dulzura marcaría el futuro de un mundo nuevo, Il mondo nuovo, Le monde noveau, Die neue welt, The new world.
En aquel horizonte oscuro de cuerpos ardiendo y largos gritos entre bosques de miedo y arcilla húmeda, el futuro de una música se cocía, literalmente, porque para que el jazz naciera, millones de almas fueron calcinadas, cuando aún llueve y las nubes se ponen oscuras, entre efigies ahí están esas almas y su repetida lluvia de luz entre siglos, nos abraza y empapa a todo el universo.
No habrá Miserere posible para tanta historia equivocada, aquella errancia de galeones y mareos, de islas y prisiones, de cuerpos entre sudor y piel tostadas, para mástiles y lonas al viento hasta llegar a América, entre gaviotas de puertos y paisajes desconocidos.
Avanzando entre los siglos, entre sur y el norte, latía en la Unión desunida, la secesión del germen cuando la carne chamuscada, era sorda ante el tambor de retirada, mientras los Buffalos Soldier, décimo y noveno regimiento, nacidos en Kansas City, perdidos en la noche, convertidos sus rostros en ella, su mejor cómplice, cantaban añoranza a la faena antigua, porque en la madrugada el oficio de la guerra, pedía sus almas, sus cuerpos.
Entonces el jazz apenas latía, alguna corneta torpe con su alegría de alcohol prefiguraba el tempo que vendría cuando la guerra de Secesión (1861-1865) terminara y el llamado final de la esclavitud, garabato de una historia que aún no termina, diera riendas sueltas a una ficción que ni la presencia de un Barack Obama ha podido contener.
El jazz estaba en camino y con la movilidad luego de la guerra interna, entre el polvo y el olor necio de uniformes viejos un tal San Louis Armstrong (Porque a músico ido san benito de santo puesto) recogería alguna corneta cansada de toques de diana, para convertirla en suspiro de alegría y tristeza, porque nadie como San Louis para hacer del blues en trompeta, el hinchado lenguaje de la nota en La o la amarga melancolía.
Entre las bombas de Alabama, humo blanco para ojos negros, se confundía en el saxo de Archie Shepp y los lentes rotos de Ornet Coleman, trotando en asfalto duro de libertad, en el fondo el asedio glorioso de la voz y montaña del Dr. Lutero King.
Repetía el eco a todo el planeta: I Have a Dream / Yo Tengo un sueño / Jai un Rêve /Ich habe einen Traum /
Io ho un sogno /…
LOS PANTERAS NEGRAS DISPARABAN
Allí estaba el jazz, recibiendo golpes y riendo de su martirio, haciendo el solo de la vida contra la muerte, el solo de su futura larga vida eslogan robado a Mao Tse Tung…
Lo repito siempre, ahora y después: no habrá Miserere posible para tanto llanto de ríos encontrados, la fuerza ciega del látigo y la carretera de cruces, en carne viva, estampada en la espalda, casi desaparecida de orgullo y alta cerviz.
Bañados por todas estas historias, en aquella América de Walt Whitman orgulloso mentor de rascacielos bursátiles, trenes y luces iban de costa a costa; una larga muchedumbre de overoles construían la América de un Thomas Jefferson, que en sus largas lecturas de español prefiguraba el mundo latino de los Estados Unidos de hoy.
Pero a esa América le hacía falta una música con larga historia y fuertes sentimientos, será muy difícil en nuestros días olvidar que el nacimiento del capitalismo norteamericano tenía una banda sonora Hipster, aquella de los años 40 del siglo XX, cuando la Segunda Guerra Mundial era apenas la pesadilla de una Europa ingenua, ante el cíclope alemán que a su turno perseguiría el jazz tanto como el Ku Kux Klan, en el profundo Sur de los Estados Unidos de América.
Por eso, nunca, pero nunca habrá Miserere posible para una música que para ser música tuvo que correr por patios traseros, ponerse sombrero de espantapájaros, buscar trapos viejos para cruzar de escenario en escenario, esconder a Billie Holiday en un armario de fantasmas lleno de rezos; arropar a Miles Davis entre amigos para que no le diera un justo trompón a un policía blanco que desconocía su dinastía y elegancia.
Un bello velero navega por el río Hudson, entre brumas se logra ver a Chet Baker vestido de marino con trompeta en manos, blanco que niega ser blanco, voz queda de negra azúcar derretida, sonríe y dice adiós, atraviesa la bruma gris de estos días y de ella surge una Santa Madonna sepia, gigante de fuerte voz y con ancho vestido en turquesa, Santa Ella Fitzgerald, a su diestra San Charlie Parker, todos unidos nos recuerdan que hoy es el día del jazz, sin Domine, Domine, sin Miserere, sin largas volutas de incienso.
Larga vida al jazz, larga vida. (CFE)

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