Todos los seres humanos al nacer presentan sus rostros de ángeles. No hay en estas criaturas asomo de maldad, codicia, ni resentimiento. Solo hay indefensión e inocencia. Es en el discurrir de la vida, en la relación social y medioambiental donde la vida se va entrampando, haciéndose compleja y no tan fácil de manejar principalmente en los años tiernos e inocentes, en la vida joven y adulta. En el libro Jesús está vivo, del sacerdote Emiliano Tardif, se hace una reflexión que parte de las heridas que se alojan en muchos seres humanos, por lo que él concluye que:
La acumulación de recuerdos dolorosos en nuestra memoria produce traumas y complejos en nuestras relaciones con los demás, con nosotros mismos y hasta en nuestra relación con Dios. Esta referencia de Tardif, apela a una realidad profundamente humana, que aunque no es parte de los grandes temas de actualidad Trascendente, está ahí como substrato, gravitando en todos los hechos de la realidad personal, social, fusionada en toda acción y / o reacción humana afectada por resentimiento.
Con el resentimiento pueden aflorar en el ser humano, las más bajas pasiones. Esas oscuras fuerzas reprimidas, llegan a tener mayor intensidad que el daño originalmente recibido. Esta realidad humana es estudiada principalmente por profesionales de la conducta: sicólog@, siquiatra, y terapista, desde cuyos saberes y experticias llegan a conocer la naturaleza del problema, los síntomas, y la manera más idónea de tratar y erradicar el mal alojado.
Partiendo muchas veces de la observación de esta realidad objetiva, la tradición literaria tanto antigua como contemporánea, hace uso de los diferentes géneros literarios, y describe con majestuosidad formal cruentos episodios donde se recrean tanto las bajas pasiones como los sentimientos de amor, afecto y solidaridad. Desde esa visión se señala en qué grado, esas heridas se transmutan en acciones capaces de provocar verdaderos cataclismos. Vale recordar La Cólera de Aquiles a la que se hace referencia en la Ilíada, la obra de Homero.
En la Literatura Griega, referencia obligada en todas las artes, se encuentran muchos mitos cuya fama ha generado las más disímiles interpretaciones, e incluso para el sicoanálisis como es el caso de de la leyenda sobre Edipo Rey de Tebas. Por La mitología griega conocemos una cantidad casi indeterminada de mitos, como por ejemplo el Mito de Medusa en el cual se pone de manifiesto hasta donde la cólera producida por heridas no cerradas puede traducirse en acciones terroríficas.
De la versión de Arnold Winnstein sobre el Mito de Medusa, se colige que Medusa era una bella doncella muy amada por la diosa Atenea. El dios Poseidón pretendía a Medusa, pero fue despreciado por ella, por lo que fue raptada y violada por este dios en el templo de Atenea, quien al contemplar la profanación de su templo se vengó de Medusa transformándola en un dragón, desde cuya cabeza serpenteaban víboras y serpientes venenosas. Finalmente, Medusa fue decapitada. Ella pasó a ser una víctima revictimizada por un venganza que se no dirige hacia la fuente primaria de la verdadera culpabilidad. Este mito es prototipo de cómo la furia invade y obnubila la razón.
Un caso más cercano en el tiempo, es el que se presenta en la novela La Hojarasca, una de las primeras novelas del escritor colombiano Gabriel García Márquez. En ella, el punto inicial es la llegada de la compañía bananera Macondo, con cuyo apogeo y bonanza, arrastró a gente (hojarasca) de todos los lugares y condición humana. En La Hojarasca el personaje principal, es un médico, hombre enigmático, de una personalidad compleja Su poca demostración afectiva revela que como dice el narrador – está alimentado por las hieles existenciales.
Este médico, no obstante su extraña personalidad fue el único médico del pueblo hasta cuando llegó la compañía bananera a Macondo. La gente que lo visitó durante los primeros cuatro años de su estancia en Macondo, empezó a desviarse después de que la compañía organizó el servicio médico para sus trabajadores.
El siguió abriendo la puerta de la calle, sentándose en su asiento de cuero, durante todo el día, hasta cuando pasaron muchos, sin que volviera un enfermo. Entonces echó el cerrojo a la puerta, compró una hamaca y se encerró en su cuarto. ( pags 72 73). Fue así como se fue anidando en este hombre un gran resentimiento. Sentir que ya no importaba, que su ciencia parecía no tener valía, se resintió con la colectividad que se había olvidado de él, pues para todo el mundo hubo trabajo menos para él. Sus duros ojos amarillos, le daban el inconfundible aspecto del hombre que ha empezado a sentirse derrotado por las circunstancias.
A un desgaste del apogeo de la compañía bananera, también sobrevino un conflicto, entonces aquella noche borrascosa en que trajeron los heridos a la puerta y le gritaron Doctor atienda a estos heridos que ya los otros médicos no dan abasto. Y todavía sin abrir usted es el único médico que nos queda. Tiene que hacer una obra de caridad. Y él respondió imaginado por la turbamulta en la mitad de la sala, la lámpara en alto, iluminados los duros ojos amarillos: Se me olvidó todo lo que sabía de eso. Llévenlos a otra parte ( pag 26- 27). Aquella multitud enardecida, estuvo dispuesta a incendiar la casa y reducir a cenizas a su único habitante a no ser por la intervención a tiempo de un sacerdote.
Es así como nace un nuevo resentimiento colectivo que jamás pudo perdonar esa falta de solidaridad humana motivada a su vez por otro resentimiento, por una herida que tampoco sanó, pues ¿ quién habría de encargarse de de ella ?. Ese resentimiento colectivo también esperaba un momento estelar para vengarse del médico, y la halló al momento en que este se suicida ahorcándose, y solo el coronel que antaño lo había alojado en su casa, pudo arriesgarse a darle sepultura desafiando la cólera del entorno que pedía para ese cadáver, porque La rabia colectiva es también una función natural. Existe el fenómeno de la lesión del grupo, el dolor del grupo Clarissa Pinkola Mujeres que Corren con los Lobos pag. 593 ).
En el plano humano real, la ira colectiva, también nace de problemas no resueltos, personales o colectivos, por eso, sin obviar la complejidad de la condición humana, y la realidad objetiva que nos deparan los tiempos en que convive la modernidad junto al salvajismo, vale la pena insistir en que es preciso avanzar más en el conocimiento del alma humana, actuar en función de una mayor calidad en las relaciones humanas, hermanarnos más con esa humanidad personal y /o colectiva que ha sido profundamente erosionada. Vale la pena releer a José Ingenieros en su libro Las Fuerzas Morales quien asumiendo un punto de vista ético, sermonió que : La comprensión es premisa de la justicia. Juzgar a los hombres sin comprender sus móviles, sus sentimientos o sus ideales, constituye una falta de moralidad.