Imposición sin consenso

Imposición sin consenso

Con y sin la publicación, antes de la divulgación del manifiesto que inaugura la “Iniciativa por La Institucionalidad Democrática de la RD”, la intención de un gobierno paralelo ha sido recurrente. Con más o menos recato, con bríos renovados o embozados, con apoyos transnacionales o locales, la aspiración es pertinaz. Tendencia reiterada desde el 1962. La Acción Dominicana Independiente, variopinta organización, opuesta a Juan Bosch, logró, con la suma de empresarios y de la jerarquía católica, que las jornadas de reafirmación cristiana resultaran tan exitosas como perversas. La vigencia de la ley y el resultado de las urnas, no les satisfacía por eso había que apelar al caos, a la deslegitimación. La consecuencia fue el golpe, la guerra y la era colorá. En el año 1978 insistieron hasta obtener el fallo histórico y quedarse con mucho. La consecución de arrebatos está ahí. La historia es muy reciente. 1990, 1994.
Los grupos de notables intentan imponer agendas y sus virtudes. El relevo generacional asume el estilo. La redacción de proclamas inserta la jerigonza del momento, pero es la manera de imponer, el sutil procedimiento para exigir.
En el año 1989, los integrantes del grupo MODERNO propalaban su desinterés en la participación electoral sólo perseguía: “impulsar el desarrollo del país y fortalecer el diálogo político”. Fundaciones, Grupos, Grupitos, surgen y actúan. Desparecen algunos antes de asentarse en el colectivo, otros se transforman, para cumplir con el principio de Lavoisier. Los más estables se unen cuando el momento amerita o cuando algún peligro acecha. Y entonces surgen coaliciones, con identidad de matruska. Tal cual muñeca rusa, que es la misma con diferentes tamaños. Doce importantes organizaciones rubrican el manifiesto fundacional de la Iniciativa. Cada una de las organizaciones tiene además otras iniciativas y otras propuestas. Lo que abunda no daña, pero confunde.
La incidencia e insistencia cívica tiene matices. Su origen siempre será la unción y el mérito atribuido por los pares, jamás la exposición electoral porque la votación mancha e igualaría con la canalla que ocupa curules, salas capitulares y poder ejecutivo. Ese populacho que manda, avalado por la Constitución y las leyes. No soportan eso, la legalidad no les gusta, les asusta. Quieren normas ad hoc, con transcripción urgente. Rechazan participar desde los partidos. No compiten, son ganadores por origen y destino. Prefieren disimular su parcialidad y simpatías, aunque les resulte difícil el encubrimiento. Optan por exhibir el escudo de defensores de la patria, mercenarios éticos, ciudadanos a tiempo completo, por obra y gracia de su buena voluntad. Les fascina azuzar y evaluar conveniencia, para luego colocarse en el lugar sugerido por las circunstancias y por unos mandantes exigentes que susurran las órdenes con intérpretes.
Saben, deciden, comunican y pretenden acatamiento. Oídos sordos para quien disienta o pregunte. Quien escape del redil perece. Tienen licencia para juzgar y condenar, imputar y difamar. El diálogo quedó atrás. Otrora simulaban aceptar la participación del foro, quizás para cumplir con las condiciones de la Pastoral, en aquel tiempo de inicio de los Diálogos Nacionales. Uno de los requisitos, establecido en el documento, para comenzar el proceso era:… “tratar de no engañar a los demás, estar dispuestos a presentar y aclarar nuestras explicaciones a todo el que disiente de nosotros…”.
Es muy difícil la avenencia, menos la credibilidad. Algunos cívicos se comportan como políticos y algunos políticos como si fueran dirigentes cívicos. Existen diligentes auspiciadores de esa transformación. El trastrueque tiene desventajas. Los políticos se exponen al escrutinio, usan la estructura partidaria, ofrecen, engañan. Invierten y pervierten pero para “ser”, necesitan validación. Los cívicos nada arriesgan. Presionan, amedrentan. Sugieren, esperan. Ojalá que tanta distorsión e Iniciativas, sirvan para algo. Hasta ahora, para nada, sólo para mostrar garras y amenazar con arañar, sin consecuencias, porque el tío Sam no desampara cuando los muchachos se portan bien. Empieza un ciclo de imposición sin consenso. De intromisión y desconocimiento de las leyes. Procuran un receso constitucional, como si fuera posible.

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