Impunidad sin agenda

Impunidad sin agenda

Es su país. País de convivios y exabruptos. Con poderes de facto que exigen y consiguen, con élites que aspiran y tienen principalía y mando. Con organizaciones que auspician la confusión entre la necesaria y democrática participación de la ciudadanía, y la intención de sectores, negados a cumplir las exigencias del estado de derecho. Ese país, el suyo, con paladines de la democracia, propaladores de un discurso ético, dúctil y mendaz. Sin querer queriendo, se convierten en protectores de impunes legendarios, gozosos con el olvido y la suplantación de malvados. Suman trúhanes a sus cruzadas, con capacidad para copar espacios mediáticos, satisfechos, porque nadie les recuerda su pasado desempeño público.
Asépticos y pragmáticos, difunden la estrategia salvadora para su patria. El diseño no es un programa de gobierno pero parece. A contrapelo de la Constitución, pretenden modificar la composición del Consejo Nacional de la Magistratura, ajustarlo a sus necesidades. Demandan una pausa, una especie de suspensión temporal de la vigencia de la ley. Un tente ahí institucional, para con su particular baremo decidir la composición de la Suprema Corte de Justicia, del Tribunal Constitucional y del Tribunal Superior Electoral (TSE). La pausa incluye el Senado para atribuirse el derecho a elegir los integrantes de la Cámara de Cuentas y de la Junta Central Electoral. Es país con lores. Cuando sus peticiones no son complacidas, usan una pesada artillería. Inclementes, saben cómo variar la clasificación de popularidad de los integrantes de la administración pública. Diestros en la manipulación, convierten dudas en certezas. Esos mandarines inefables, que lideran la lucha contra la impunidad, tienen sus iconos del enriquecimiento ilícito. Cualquier prueba en contra la descartan. Su agenda es inalterable y tiene que cumplirse. Es su mundo, con su paraíso e infierno. Lo demás no perturba. Cuando un ex general agredió, en la plaza pública, a un juez del TSE, ex fiscal del DN, más que sentencias, el clamor de esas capillas pedía conciliación. Callaron, cuando el general, en campaña electoral, infringió la ley de Aviación Civil y el Reglamento Aeronáutico. Sus prestigiosos gestores, por ejemplo, no participan en la evaluación del patético episodio, protagonizado por un renunciante miembro del Consejo del Poder Judicial, acusado de prevaricación, lavado de activos, asociación de malhechores, soborno. El hecho no ha motivado manifiesto ni acción de los dirigentes de esos cenáculos. Prefieren otros culpables, para validar ficciones divertidas, útiles para exculpar a protagonistas cotidianos del doloso quehacer judicial. Las declaraciones del ex miembro del Consejo del Poder Judicial, para justificar un absurdo asilo, expusieron su deficiente talante y esa condición, compromete a sus pares, responsables de su escogencia para representarlos. La lucha contra la impunidad, tiene que incluir la oposición al procedimiento que pretendió finalizar el conflicto entre una fiscal adjunta y un agente de AMET. La infracción cometida por la fiscal reincidente y la falta del agente, se diluyeron en una excusa. Las previsiones de la ley Orgánica del Ministerio Público fueron ignoradas. Estos hechos, obligan a los inmaculados grupos de presión, a comprender que la excelencia es más que conseguir candidatos apartidistas o que disimulen sus simpatías políticas, para pertenecer al poder judicial, electoral. Es imprescindible auscultar el día a día, de abogados, jueces y fiscales. Revisar la rutina de ineptitud, abuso de poder, soborno, extorsión, para obtener sentencias y decisiones, en cualquier jurisdicción. Porque también hay audiencias en salas sin alfombras ni murales.
Los antecedentes indican que después que azuzan, procuran y se calman con mostrencas soluciones. Rehúyen la aplicación de la ley. Temen la igualdad que garantiza. Critican atisbos de institucionalidad y aúllan cuando las autoridades trabajan sin consultarlos.
La obstinación persecutora contra algunos, favorece la impunidad. Igual que la intención de entorpecer y desacreditar investigaciones. Para sus imputados quieren condenas y deshonra, para los otros, acotejo. La impunidad trasciende agendas privadas, períodos de gobierno y malquerencias de ocasión. Está por doquier. Aunque la soberbia impida admitirlo, solo el imperio de la ley puede enfrentarla.

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