¡Inaceptable!

¡Inaceptable!

Cuando el presidente Danilo Medina, con énfasis de caballero iracundo, proclamó lo “¡Inaceptable” del desigual trato de la concesión minera y obligó a la Barrick Gold a negociar y redefinir términos y condiciones con mayores beneficios para el Estado Dominicano, la adhesión y popularidad del Señor Presidente se asentó en las altas cumbres donde suele anidar el águila imperial.

¿Por qué esa sublime palabra, de repente, se torna esquiva? ¿En aras de qué propósito oculto hace mutis?

¿Por qué se busca tonta excusa y se calla cuando se trata de revisar el abusivo e insufrible peaje que ha de pagarse en el cruce oneroso de la onerosa carretera que nos priva disfrutar de las bellezas de Las Terrenas, Samaná, Miches, Sánchez, Los Haitises, cuyo peaje ahuyenta?

¿Por qué se vuelve impronunciable cuando se somete a un diálogo imposible la anacrónica reforma empresarial del Código de Trabajo que mira hacia atrás y marchita la condición humana del trabajador y sus precarias conquistas laborales?

¿Por qué se convierte en una indelicadeza el rechazo frontal del Código de Familia, más religioso que social que discrimina y oprime el concepto familia y el laicismo del Estado social y democrático de Derecho que proclama la Constitución? ¿Y por qué no se detiene la creación de un nuevo Ministerio que representa mayor carga presupuestaria de funcionarios estériles y un pegote de parásitos clientelares que nada resuelve?

¿Por qué palabra tan hermosa y oportuna se transforma en silencio cómplice cuando se trata el emblemático tema de Loma Miranda que requiere una categórica definición presidencial para ser declarado Parque Nacional como pide la sensatez?

¿Por qué no se detiene con un sonoro grito, ¡Inaceptable! la inminente destrucción de la Cordillera Central, “la Madre de las Aguas”, donde nacen rumorosos y florecen nuestros ríos, letalmente condenada por el inviable proyecto Santiago-San Juan, decidido sin trazado sin diseño ni estudios científicos que le respalden, pero sí a un costo económico y humano impensables?

Y finalmente ¿Por qué permitir que el justo reclamo de justicia social y humanitaria contra la torpe, anacrónica inconstitucional y xenofóbica sentencia del Tribunal Constitucional, que ha desatado el drama humano y la confrontación innecesariamente nos coloque como nave a la deriva en el concierto de naciones que propugnan por el respeto de los derechos humanos y de los tratados internacionales que ciertamente limitan los poderes absurdamente pretendidos como absolutos.

Todo lo transitorio pasa y se agota, igual que vida misma. Ergo, pasa y se agota el tiempo del Presidente Medina. Una sola palabra suya, dicha con decoro nacional y firmeza, puede reconocerle como Estadista ejemplar. Un gobernante querido y agradecido por su pueblo, como quisiera ser recordado.

¿Por qué, entonces, borrar ese vocablo de su boca? ¿Por qué no usarlo cuantas veces sea necesario? ¿Qué otra pasión o “gloria” mayor, calladamente, Su Excelencia persigue? ¿La paz sepulcral, que sólo destruye?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas