En un concepto amplio podemos definir las industrias culturales como el conjunto de actividades de producción, comercialización y comunicación en gran escala de mensajes y bienes culturales, que favorecen la difusión masiva, nacional e internacional de la información y el entretenimiento a través del arte y de la cultura.
Debemos considerar la cultura con una doble faceta: pues es un recurso económico, y una fuente de identidad y cohesión social, lo que exige buscar u obtener el máximo provecho de sus aptitudes para contribuir al desarrollo de la economía y a la vez que su afianzamiento económico favorezca la creatividad y la diversidad cultural.
La integración del Caribe al mundo era un proyecto político-cultural, sin instrumentos comunicacionales para compartirlo con el conjunto de las poblaciones. La mayor revelación del Caribe se hizo gracias a la literatura, a las artes y a la música. Las nuevas condiciones en, o a través de la comunicación facilitadas por las industrias culturales fueron: la radio, la televisión, el disco de pasta LP, entre los más relevantes o conocidos, logrando crear una situación de acercamiento masivo a principio del pasado siglo XX. A partir de los años 50, década en que sale al mercado la televisión, y luego, a partir de los 80, las transmisiones por satélite, hasta que posteriormente la informática completa un sistema multimedial de redes.
Las preguntas lógicas son ¿quiénes se benefician con el aumento de las publicaciones, con la música y con los espectáculos?, los que se desarrollan en formatos industrializados. ¿Qué o cuáles beneficios directos aportan a la economía del Caribe? ¿Cuántos empleos protegen o multiplican? ¿Qué nos señalan o indican las estadísticas sobre el capital que se moviliza en la región caribeña?
Ha sido enorme el aumento del comercio internacional de bienes culturales (incrementándose cinco veces durante la década del 90), concentrándose las ganancias en naciones de la Unión Europea, Estados Unidos de Norteamérica y Japón; quienes obtienen 87.3% de los beneficios generados por la prensa, ediciones y/o publicaciones de libros, por la televisión y el cine, o la industria cinematográfica.
Es importante destacar que el reordenamiento de la cultura no se comporta del mismo modo en las diferentes industrias culturales. Veamos las diferencias entre la producción editorial, artes plásticas y visuales, audiovisual y artes vivas.
Las editoras del Caribe dependen de las editoras americanas y europeas, y se hallan subordinadas a los objetivos, intereses y programaciones de esas transnacionales.
Las publicaciones, las traducciones, son iniciativas de empresas ajenas a la región. Muchas editoras han tenido que cerrar frente al aumento del precio del papel, cuando los aumentos expresan una disparidad con las ex metrópolis. Se estima una preocupante repercusión en la generación de empleos; lo que viene a significar, que las cadenas de empleos por una publicación de una tirada de 1,000 ejemplares disminuya en la cantidad de 150 títulos.
En todos los encuentros regionales se manifiesta como la gran tarea necesaria y urgente, la creación de una editora que agrupe y defienda los autores del Caribe, con políticas de traducciones para la diversidad lingüística caribeña, y que a la vez genere empleos en la variedad editorial regional.
La música es uno de los mayores valores de la integración cultural y de la identidad caribeña. Cuando abordamos la producción musical observamos que el Caribe perdió en su conjunto capitales colosales por falta de control sobre la producción, grabación, difusión y protección de autores.
La mayoría de los músicos y cantautores han grabado y siguen grabando en Estados Unidos, Europa y Japón; y queda completa para el Caribe la necesidad de producir, vender y promover su producto cultural. En el caso específico de la música, debe surgir un proyecto para industrializar la música desde el Caribe, lo que significa invertir en estudios de grabación, en producción discográfica que generen fuentes de empleo.
Los cineastas caribeños entienden que el cine es una industria de la cual debe adueñarse la región y promover eventos compartidos de intercambios y promoción para que los beneficios recaigan en la misma zona de creatividad y producción. Para tales objetivos existen políticas de intercambio entre Cuba, Haití, y República Dominicana, para la formación de muchos jóvenes talentos en el campo de la gran diversidad de los oficios de la cinematografía en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, de Cuba, donde se capacitan los técnicos del cine en todas sus ramas.
Esto, reforzado por la apertura de las carreras cinematográficas que se dispensan en República Dominicana, donde acuden estudiantes de toda la región, garantiza un porvenir optimista para suplir formación profesional y dramática necesaria al séptimo arte, pero además, ofrece condiciones favorables para el rodaje y la producción, ya que la Ley de Cine dominicana garantiza condiciones excepcionales para la inversión internacional por su gran diversidad de entorno geo-ecológico y su reciente creación de plataformas de rodaje y estudios.
Si tomamos en cuenta la calidad formativa de Cuba, y las ofertas industriales y de inversión de República Dominicana, en menos de 10 años, el Caribe podría convertirse en una zona prioritaria para la industria cinematográfica, creando empleos y generando movimiento de capital.
El arte y la cultura ofrecen para los próximos años grandes perspectivas de producción y canalización de los bienes y productos culturales, sobre todo, si pensamos que dentro de los desafíos del siglo XXI, las sociedades se mueven para promover las industrias del conocimiento cultural y del ocio, como mecanismos integradores.
Bastaría que las instituciones internacionales como la AEC — Asociación de los Estados del Caribe y el Caricom–, entre otras, entiendan que hay que facilitar la producción y la comercialización de estos bienes en nuestra región, con estímulos y apoyos institucionales compartidos.
En síntesis
El Caribe en su gran diversidad cultural y artística es una de las regiones del mundo de mayor creatividad y producción de eventos culturales visibles a través de las bienales de artes, ferias del libro, de artesanías, eventos de diseño y moda, convocatorias de concursos literarios, publicaciones, festivales de música, citas de carnavales y celebraciones tradicionales. Estamos en un laboratorio humano y cultural intenso de gran reconocimiento internacional, y con un auge de las industrias culturales como el cine, la televisión y las industrias comunicacionales que podrían engranar resultados económicos considerables para la región, y además, desarrollar nuevas dinámicas de empleo para la juventud. Estas dinámicas necesitan políticas específicas nacionales y transnacionales del conjunto de la región que enfoquen el arte y la cultura como una fuente de desarrollo humano a través de la multiplicación de empleos y la facilitación a la inversión regional en el campo de las industrias culturales. Con lo expuesto se pueden alcanzar los beneficios de estas inversiones en cada sociedad de la región, y promover estructuras y compañías de producción regional en la industria editorial, cinematográfica, televisiva, en la producción de espectáculos. En fin, en todas las áreas creativas que permitan producir bienes y objetos culturales cuyos beneficios recaigan en la región, con el apoyo socio-político de los organismos regionales que consideren la cultura y las artes como objetos y productos generadores de riquezas y educación que coadyuva en el desarrollo de los pueblos.