La gran mayoría de la ciudadanía esta sumergida en un remolino de la agresividad y del irrespeto a los demás con la desaparición de la armonía que era un rasgo destacado de la conducta social de los dominicanos en el siglo pasado.
Todo ha cambiado. Esa conducta agresiva se traduce en todos los órdenes de las actividades humanas teniendo su mayor impacto en el seno de los hogares. Estos ya no existen. Son lugares como las ciudades dormitorios donde solo se accede para el descanso del trabajo del día y volver a la misma rutina al día siguiente. El compartir y la interrelación de los seres humanos ha ido desapareciendo. Solo los valores negativos de la agresividad surgen como los estimulantes de tantas tragedias que ocurren en el seno de los hogares y en las vías públicas.
Los expertos en conducta así como los educadores y hasta algunos políticos responsables se alarman por el derrotero que va tomando la nación. Ven, pese a los estudios que realizan, cómo se han perdido tantas cualidades que se fomentaban en los hogares. El ser humano que surgía de los mismos cumplía su cometido social sin llegar a la agresiva situación actual donde hoy en día las tragedias hogareñas desde los incestos, masoquismo con los hijos hasta la eliminación de la pareja alarma a las autoridades. Así mismo lasvíaspúblicas son losescenarios decomo los conductores sin formación contribuyen conunaconducción temeraria al incremento de las muertes en las mismas.
Esa situación de los hogares destruidos, y de las vías públicas testigo del manejo irresponsable de los conductores, tiene su origen en la escasa motivación y formación que reciben los jóvenes en las aulas. El sistema educativo moderno de por si ha colapsado. Y esto que desde hace algunos años se ha modernizado con las nuevas herramientas que van desde una mejor formación de los profesores y de otro ambiente en las aulas donde los equipos informáticos y la seguridad de la alimentación ha asegurado nominalmente una mayor presencia del alumnado.
El elevado grado de descomposición social en los hogares y en las vías públicas tienen su raíz en el fracaso de la educación. Y eso por culpa de los protagonistas porescasa preparación yestar dominado por unsindicato politizadoque tiene pocointerés que elestudiante dominicanodejede estar controlado por el cretinismo de sus profesores y el temor de sus autoridades para hacerle frente. Son ciudadanos que no sirven para las exigencias de un país en desarrollo y de una sociedad que requiere y demanda mayores esfuerzos de jóvenes bien preparados. Y no es contando con los jóvenes que se preparan por sus facilidades en el sector privado de la educación. Por lo general ese puñado de jóvenes tiene otro pensamiento mas materialista de su futuro sin contribuir eficazmente al desarrollo.
Una infame educación tiene empantanado al país con el aumento de los índices de delincuencia por la presencia en las calles de los antisociales que agreden al despistado ciudadano que se atreva a salir a las calles o no tiene la mínima seguridad en sus hogares. Y la escasa buena educación que recibe una porción de los jóvenes no dan abasto para las exigencias desarrollistas y sociales del país.
Y no solo son los delincuentes del gatillo del arma robada a los militares u obtenida del contrabando, sino del ciudadano supuestamente consciente de su responsabilidades con un guía en las manos que siembra la muerte en las vías públicas destruyendo vidas y maquinarias. Por lo general es por una actitud de un ego herido porhaber sido rebasado por otro de igual catadura. Y a esto es necesario agregarle el disfrute y euforia que se produce cuando ya el cerebro lleva metabolizado cierto grado de consumo de alcohol. Este arropa los mecanismos de la sensatez e impulsa una descarga de adrenalina para ser mas arriesgado en la conducción de un vehículo o es dominado por el sueño. Y así se crean las condiciones y el ambiente para llevar el luto a los hogares.
No es arar en el mar, que el sistema educativo, por todas las deficiencias impuestas por un magisterio mal preparado y peor motivado, ha colapsado. Esto junto a los temores que desde hace décadas padecen las autoridades educativas para no enfrentar las prepotencias magisteriales. Ponen de rodillas a las autoridades que son capaces de concederle todo lo que se les antojen y siempre alegan que nunca se les cumple. Mientras, el país, permanece sumergido en el lodo de la ignorancia. Tan solo sus expertos analizan y pontifican lo malo que está la educación pero sin el valor para arriesgarse y dominar esa hidra de siete cabezas.