Inmigración y soberanía

Inmigración y soberanía

Alguna gente, dentro y fuera de este país, no comprende o simula no comprender la realidad que vivimos por la inmigración ilegal. Si dos países con desarrollo muy disímil comparten frontera, se produce un efecto social muy difícil de manejar para la nación de mayor desarrollo. La República Dominicana ha sido solidaria con la tragedia haitiana, pero no puede asumir como suya la carga migratoria que esa situación genera. Algunos, con argumentos insostenibles, nos atribuyen un trato injusto a los haitianos sumergidos en pobreza y quieren que el Estado renuncie a sus facultades soberanas de aplicar los controles migratorios internacionalmente aceptados. Aunque ayudamos a aliviar los problemas haitianos, no corresponde asumirlos como nuestros.
Un altísimo porcentaje de los partos que se practican en hospitales dominicanos corresponden a haitianas indocumentadas. Los haitianos, documentados o no, consumen una alta proporción de los recursos destinados a salud por el Estado dominicano. Los críticos de nuestra política migratoria se hacen de la vista gorda en cuanto a ese aspecto, pero se desbordan atacando las deportaciones de indocumentados, que son práctica común en muchos otros países. Los organismos internacionales llamados a ayudar a Haití han hecho muy poco en ese sentido. Nuestra solidaridad no está en duda, pero que nadie aspire a que renunciemos a la soberanía.

Recuperar los espacios públicos

Cualquier acción legal y legítima que lleven a cabo los gobiernos municipales para recuperar los espacios de uso común, será respaldada por este medio de comunicación. En muchas partes la actividad comercial se ha adueñado de las áreas destinadas a la gente. Un caso dramático es la arrabalización en los entornos de los hospitales, donde se instalan sin ningún rubor tarantines de todo tipo, en perjuicio de la gente.
Los gobiernos municipales, de común acuerdo, deberían destinar los esfuerzos necesarios para restaurar los derechos ciudadanos a utilizar los espacios comunes. Hay que desempolvar y actualizar cuantas leyes puedan servir de soporte jurídico a una tarea de esa naturaleza. Se ha permitido que pequeños males en el contexto señalado hayan crecido de tal manera que ahora son difíciles de erradicar. Pongamos manos a la obra.

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