Institucionalidad en retroceso

Institucionalidad en retroceso

En este país es difícil lograr un Pacto Fiscal de la consistencia que se necesita. Se falla así en fortalecer la institucionalidad. El Estado arrastra un déficit fiscal que tiene entre sus causas muchas viejas exenciones intocables, evasiones y elusiones de las mismas características. En ocasiones el gasto público responde más a políticas clientelistas que a la necesidad de inversión allí donde hace falta. Así las cosas, una porción cada vez mayor del Presupuesto General del Estado se cubre con endeudamiento interno y externo.
Los esfuerzos por mejorar las recaudaciones tropiezan con muchos obstáculos, entre los cuales hay que citar el grueso fardo de una economía informal ajena a la tributación regular. Para el Gobierno, que en ocasiones viola su propia institucionalidad, se hace muy difícil lograr convencer a los actores de la economía de que es imprescindible lograr un Pacto Fiscal de amplio alcance. El clientelismo es, tal vez, el principal escollo.
Ayer, en el almuerzo de los medios del Grupo de Comunicaciones Corripio, los economistas Ernesto Selman y José Rijo Presbot airearon sus preocupaciones por todos esos ingredientes que perjudican el desempeño del país no solo en materia económica, sino a plenitud en el ámbito institucional. El estilo clientelar marca algunos pasos del retroceso que experimenta el país.

El círculo vicioso de los apagones

En estos días, las interrupciones del suministro de electricidad están perjudicando la economía de amplios sectores de la sociedad. Estamos de nuevo en el círculo vicioso de unos apagones cuyas causas nunca tienen explicación cierta. Lo único que se vislumbra en concreto es que son cortes financieros porque el mercado eléctrico está cojeando de alguna de sus patas. Los generadores dicen que no ha habido caída en la oferta de energía de ese sector y las distribuidoras se defienden por su lado con otros argumentos que dejan la nebulosa tal cual. Y mientras unos escurren el bulto, los usuarios pagan las consecuencias.
Pensábamos que una vez extinguida la vigencia de los desdichados Acuerdos de Madrid, los apagones quedarían fuera de las primeras planas de los diarios, las redes sociales, y de las justificadas quejas de los usuarios.

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