Intangible muro fronterizo

Intangible muro fronterizo

A ambos lados de la frontera domínico-haitiana gravitan factores contrarios a una buena marcha del intercambio comercial y hasta de otros órdenes. Vías legítimas para la generación de ingresos para las dos naciones llamadas a complementarse con flujos de mercancías que jueguen un papel social y económicamente favorable. Entre esos factores figuran prejuiciosos impedimentos sobre premisas falsas. Estorbos injustificados y sin fuerza legal que parecen conformar toda una barrera invisible que incluye el ingrediente de la agresión criminal contra el libre movimiento transfronterizo. Abrumadores trámites burocráticos también hacen su parte. La ingobernabilidad haitiana que desconcierta al mundo y perjudica en diversas formas a los dominicanos.
Súmanse a los obstáculos artificiosos contra la buena marcha del movimiento de cargas lo impalpable o insuficiente de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Pocas veces se ha hablado tanto y por largo tiempo de lo que no suele darse: un uso eficaz de los canales diplomáticos; más lo que constantemente llaman “negociaciones bilaterales” que en ningún sentido avanzan. Puros gestos y bla, bla bla indicadores de que las dos naciones dan espalda a problemas comunes, como la arbitrariedad de no permitir en Haití el ingreso regular de muchos productos dominicanos que los haitianos más pobres y en agravadas carencias, necesitan para subsistir.

Mucho más que auge de raterías

El anuncio con bombos y platillos de que la Policía montará una estrategia para enfocarse más en los robitos ordinarios resulta algo desconcertante ahora cuando todavía le falta tanto por lograr en la caza mayor de delincuentes; contra las acciones sangrientas de que habla la prensa cotidianamente. De asaltantes que cobran vidas y siembran espanto. Ahí están las crónicas sobre la incursión de pistoleros en casas y negocios y los secuestros y muertes de choferes.
Saber que un puñado de atracadores barrió con asaltos a colmados en pleno barrio exclusivo en el que reside el Presidente de la República testimonia un desparpajo delictivo de mucha impunidad. Nada de eso es simple ratería. Muchos ciudadanos viven el temor que les causan malhechores que aprietan con facilidad el gatillo. Sr. Jefe de la PN: el horno no está para galletitas.

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