Integridad y lucha contra la corrupción

Integridad y lucha contra la corrupción

He ejercido la política sabiéndome representante de una nación en cuyo espacio conviven organizaciones políticas y toda la ciudadanía no partidista. Estas instituciones, desde nuestro concepto de la representación, esperan de la democracia el ejercicio honesto y eficaz de los gobiernos, la división de los poderes públicos, un sistema de Justicia independiente, un presupuesto diseñado desde las prioridades nacionales; que se ejecute según lo establecido por la ley. De funcionarios honestos, preparados para el ejercicio.

(1 de 2)
Al iniciar estas palabras recordamos que estamos reunidos, hoy 10 diciembre, día dedicado a la fortalecer y recordar los derechos humanos, y para cumplir con la disposición de la Naciones Unidas de conmemorar cada 9 de diciembre el “Día Internacional contra la Corrupción”. Son dos fechas cercanas al 21 de diciembre en el que Fray Antón de Montesinos, aquí, en La Española, pronunció el sermón que nos hizo precursores, en el continente, en la defensa de los derechos humanos. Diciembre es un mes importante para la humanidad por razones de consagración de nuestros derechos, o por razones de fe.
He escuchado a la Lic. Miriam Díaz Santana, coordinadora de Participación Ciudadana, y a través de ella he sentido la voz de cada uno de sus miembros, ciudadanos que por 25 años han evitado que se nos desdibujara la imagen y los principios de la democracia. A todos, a su membresía y su jurado seleccionador, que me han traído ante ustedes, mi inmensa gratitud.
Ustedes no sospechan la dimensión de la misma, porque estoy convencida que mi relación con la entrega de este reconocimiento: “a la Integridad y la lucha contra la corrupción”, involucra en primer lugar, a muchos ciudadanos y ciudadanas que siento están simbólicamente entre nosotros; y en segundo lugar, estoy convencida además, que nunca un escenario fue más propicio, para constituirme en mensajera de la sociedad política hacia la sociedad, y mensajera de la sociedad ante la sociedad política.
He ejercido la política sabiéndome representante de una nación en cuyo espacio conviven organizaciones políticas y toda la ciudadanía no partidista. Estas instituciones, desde nuestro concepto de la representación, esperan de la democracia el ejercicio honesto y eficaz de los gobiernos, la división de los poderes públicos, un sistema de Justicia independiente, un presupuesto diseñado desde las prioridades nacionales; que se ejecute según lo establecido por la ley. De funcionarios honestos, preparados para el ejercicio de sus funciones y conocedores de su obligación fundamental: crear bienestar e igualdad de oportunidades y procesos electorales transparentes.
Para nosotros siempre fue natural representar ese universo: partidos y sociedad. La separación o la distancia se producen cuando desconocemos los valores fundamentales del sistema democrático y comenzamos a actuar violando la igualdad de oportunidades que garantiza la Constitución, abandonando el imperio de la ley, o practicando la exclusión en perjuicio de la ciudadanía o violando el principio de igualdad que garantiza nuestra Constitución.
Y es de mucha vanidad creerme esta noche una mensajera o un puente. El mismo puente que Julio Cortázar, en el “Libro de Manuel”, nos pregunta: ¿qué es un puente si nadie lo cruza? Sé que al recibir este reconocimiento, el honor y el compromiso de recibirlo de Participación Ciudadana, además de hacerlo con humildad, tengo la obligación de “cruzar el puente”: Siento la necesidad de decir a mis colegas, los y las políticas dominicanas, lo que la nación quiere de nosotros. Y siento, además, la obligación de confiarle a la sociedad la otra cara de esta moneda, lo que sienten los miembros de un partido cuando la política daña sus reputaciones y disminuye el orgullo de ser parte de una organización a la que llega, lleno de ilusiones y esperanzas de desarrollo y bienestar colectivo.
Pero antes debo regresar a los ausentes, a los que nos referimos al inicio de estas palabras, y separarlos en dos categorías; los primeros enseñaron a nuestra generación la importancia y responsabilidad del trabajo político; intelectuales, profesionales, ciudadanos, hombres y mujeres que arriesgaron la vida por construir en el tiempo de la tiranía el ejercicio de la política desde la decencia, la honestidad y el servicio a la sociedad.
Menciono algunos ejemplos: Juan José Cruz, Carlos Lizardo, Cucullo Mieses Peguero, Josefina Padilla, Ligia Echavarría, don Chichi Alburquerque, o desde aula a don Poncio Sabater, las hermanas Roque Martínez o las Martínez Bonilla que junto a nuestros mayores nos educaron para saber que la libertad, al hacernos libres, nos obliga a ejercerla con honestidad, ejercerla en representación de los demás y no en beneficio personal de nadie.
Entre los segundos, recuerdo los más humildes y a los trabajadores: no está aquí Guillén, asesinado en la cárcel de La Victoria, que honró la política desde la pobreza. Aunque nunca milité en su partido, hecho preso en el Cementerio de la Máximo Gómez envió a mi casa un mensaje: “Milagros dejé el dinero del periódico en la tumba que está a la derecha de la puerta izquierda del cementerio, dile a los muchachos que vendí todos los ejemplares”. Si notamos el detalle “diles que vendí todos los ejemplares” fue una rendición de cuentas detallada, como nos enseñó Juan Pablo Duarte.

Recuerdo a Yolanda Guzmán, asesinada en abril del 1965, que sabiendo que iba a morir, levantó la frente para ver el disparo. A Jacinto de los Santos, Juan de la Cruz Buret, Félix Alburquerque, Miguel Soto, Quírico Valdez, el padre de Guadalupe, y a tres activos militantes políticos y sindicalistas: Agustín Sallant, Gina Familia y Domingo Petitón.

A todos, como un ejemplo, los siento a mi lado, frente a ustedes, acompañándonos a recibir este reconocimiento. Porque los conocí, sé que son los más heridos por los que ejercen la política con prepotencia, sin honradez. Ellos son a los que más les duele la corrupción y la falta de institucionalidad. Les duele todo el desmérito que lesiona y corrompe el ejercicio incorrecto de la política. Esa, a la que Juan Pablo Duarte definió “como la más pura de las actividades, después de la filosofía”.

Ninguno de ellos, de estos amigos, desdijo de sus creencias. Donde quiera que reposen, los que se han ido, no desean ser un sector, un grupo o una élite. Quieren que todos los partidos y la sociedad estemos a la altura de nuestro pueblo, que no dejemos que la confusión de los menos, haga perverso lo que era y debe ser siempre la satisfacción y la alegría de trabajar por una sociedad más justa.
* La doctora Milagros Ortiz Bosch fue vicepresidenta de la República, secretaria de Estado de Educación y Bellas Artes y senadora por el Distrito Nacional. Estas palabras fueron pronunciadas el 10 de diciembre del 2018 para agradecer el Reconocimiento a la Integridad y Lucha contra la Corrupción que le hizo Participación Ciudadana.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas