Los billones de euros, dólares o yenes inyectados en la economía mundial por parte de los bancos centrales ha llevado a poner en duda la teoría clásica que sostiene que la inflación es principalmente un fenómeno monetario, pues no han tenido el efecto esperado sobre los precios.
Ahora casi nadie cree en la frase del prestigioso economista Milton Friedman, que decía que «la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción».
Como destaca The Wall Street Journal, durante décadas se ha dado por hecho que los bancos centrales podían controlar los precios a través de la base monetaria y los tipos de interés.
Un incremento de la creación de dinero y unos tipos bajos impulsaban los precios al alza, mientras que una reducción de la base monetaria y unos tipos rectores más elevados aminoraban la inflación.
Sin embargo, tras la Gran Recesión, los billones de euros, dólares o yenes inyectados en la economía por parte de los bancos centrales no han tenido el efecto esperado sobre los precios.
Es más, otros factores como la caída de las materias primas y los alimentos frescos han estado cerca de llevar a una parte importante de los países desarrollados a una deflación real, con caídas del IPC que se han prolongado en el tiempo.
Ahora que la inflación asoma la cabeza en varias economías, este movimiento se debe más a un recorte de la oferta del crudo por parte de la OPEP (con subida de precio del barril) y del alza del precio de la electricidad por motivos transitorios. Todo ello, poco o nada tiene que ver con los estímulos monetarios de los bancos centrales.
De modo que lo que se ha podido ver tras la crisis es que los bancos centrales pueden incrementar todo lo que quieran la base monetaria (billetes, monedas en manos del público y reservas bancarias), pero esto no tiene por qué desembocar en un incremento de la oferta monetaria, es decir, de la cantidad de dinero que hay en circulación en una economía.
Los agentes pueden mostrar una gran preferencia por la liquidez y mantener el dinero ‘secuestrado’ como está ocurriendo (una trampa de liquidez).
Los bancos mantienen su dinero en reservas en el banco central en lugar de prestarlo, mientras que familias y empresas lo mantienen en activos líquidos en lugar de consumir e invertir.
David Lafferty, estratega jefe de Natixis Global Asset Management, explica que «no creo que sepamos lo que es la inflación. Se alimenta de muchas fuentes diferentes».No se puede concluir que los precios suben por un factor o por otro, influyen muchas vías.
La inflación puede ser de costes u oferta, que es el alza de precios producto de un aumento de los costes de los insumos de las empresas. Estos mayores costes pueden ser por un incremento de los precios de la energía (petróleo y electricidad) o por un incremento de los salarios y otros costes laborales.
La inflación también puede ser de demanda, que está directamente relacionada con un aumento persistente de la demanda agregada.